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Minho no entendía el por qué de la pesadez en su pecho mientras se dirigía al departamento de Jeongin. Durante la llamada no hablaron mucho, la voz entrecortada del menor y su respiración agitada le dificultaba la comunicación, por lo que en voz calma le pidió que lo espere, que respire, que ya iba a llegar. No podía negar su preocupación, no tenía sentido hacerlo. Estaba preocupado por Jeongin, quizás por el acercamiento que tuvieron en la última semana, quizás porque se sentía culpable, quizás porque en el fondo sabía que Jeongin era un buen chico que estaba sufriendo. 

Y la mayor parte de ese sufrimiento era a causa de Minho.

Luego del viaje que habían tenido, la curiosidad por Jeongin lo llevó a investigarlo un poco más, no tanto sobre su pasado o su estilo de vida, sino sobre su carrera y sus gustos. Escuchó algunas canciones, vió un par de videos, hasta miró por encima una que otra entrevista. Ya no tenía dudas de por qué Jeongin se había ganado el lugar que tenía en el mundo del entretenimiento, además de su carisma y achispada personalidad, se encontró con una voz preciosa y una fuerza de huracán cada vez que pisaba un escenario. Le sorprendía que ese mismo que parecía tan pequeño y frágil en sus brazos pareciera comerse el mundo entero cuando tenía un micrófono en su mano. 

Y sintió aún más culpa porque él le había arruinado gran parte de eso. No olvidaba las palabras de Jeongin aquella noche en el galpón: sos un egoísta, arruinaste mi vida. Y Minho sólo podía darle la razón. 

No le sorprendió encontrarlo de rodillas en el centro de la sala, cubriendo su cara con sus manos y con el cuerpo temblando por los sollozos. Estaba agradecido de tener la llave para abrir, de lo contrario era poco probable que en ese estado Jeongin pudiera levantarse para abrirle. 

La pesadez en su pecho se hizo aún más aplastante, la imágen de Jeongin totalmente roto en la oscuridad de su hogar era algo que no quería volver a ver. En ese momento pasó por su cabeza el pensamiento de que haría lo que sea por no volver a verlo así. 

—Aquí estoy, Innie —dijo Minho llegando a su lado, acercándose con sigilo para no alterarlo más de lo que ya estaba— respira conmigo.

Jeongin parecía no escuchar, totalmente cegado por su pesar y por su propia voz que sólo dejaba escapar sonidos lastimeros, gemidos quebrados y pequeños gritos de dolor. 

Minho agarró sus manos, diciéndole antes lo que iba a hacer, y con un poco de fuerza pudo destapar su rostro. Jeongin tenía los ojos rojos e hinchados, toda su cara mojada por las lágrimas, hasta de su boca entreabierta escapaba un hilo de saliva. Tenía las uñas y los dedos marcados en su frente por la presión que hizo en su afán de esconderse. 

En el momento que sus miradas conectaron, Jeongin no dudó un segundo en lanzarse a sus brazos, llorando aún más fuerte, como si sólo en ese lugar pudiera descargar su mochila llena de frustraciones. Y Minho no pudo hacer más que apretarlo contra su pecho y besar su frente y su cabeza, repitiéndole el ritmo de la respiración que debía seguir. 

Ya había visto a Jeongin enojado, frustrado y lleno de ira. Pero esto era algo más, parecía derrumbado, herido y su mirada reflejaba una decepción y un dolor avasallante. 

¿Qué había pasado para que estuviera así? Quería saberlo y matar a quien lo haya puesto así, aunque fuese él mismo. Pero Jeongin no estaba en condiciones de hablar en ese momento y tuvo que concentrarse en sacarlo de ese estado de conmoción que parecía no querer acabar.

Respiración. Baño tibio. Comida. Contención. 

Jeongin se calmó aún en su pecho, aunque los espasmos de sollozo seguían ahí, pero por lo menos ya respiraba con normalidad. No dijo una palabra cuando Minho lo cargó hacia el baño y lo sentó para preparar la bañera, tampoco se quejó cuando lo desvistió y lavó su cuerpo con jabón y agua tibia. 

you ruined my life  [ jeongho ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora