Oscar Piastri •21

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Poco a poco he trabajado en hacerme un nombre en el automovilismo. Me preparo para ser buena y convertirme en una gran estratega. Justo ahora mi carrera inicia en McLaren y espero terminar en RedBull.

El final de temporada está por llegar, y formar parte del equipo naranja, me ha hecho muy feliz. He logrado que sea llevadero y he formado amistad con varios de aquí. Por lo que no me sorprendió que me invitaran a una cátedra donde solo irán pocos.

Sinceramente es una charla aburridisima. El orador no ha dejado de hablar y ya he bostezado un par de veces. No quiero ser grosera e irme, pero creo que levantarme a beber un poco de agua no será mal visto. Los conitos de papel están en la estantería. Y tomo uno con la intención de perder mi tiempo.

-Lo siento, tú primero.- mi mano chocó con otra.

-Está bien, primero las súper estrellas.- Oscar enrojeció. No suele hablar mucho. Es alguien callado.

-¿Te está gustando?.- La verdad es que no le estaba poniendo atención a Óscar, suele ser distante. Así que cuando preguntó eso no sabía a qué se refería.

-¿He?.- eso fue lo que salió de mi boca.  Justamente él rió.

-La conferencia. ¿Te gusta?.- se sirvió más agua, en su aguado conito.

No respondí. Pues el cono de papel se abrió cuando estuvo en contacto con su boca. Mojando el frente de su playera. No fue gracioso, fue sorprendente. Una situación embarazosa entre dos personas que apenas cruzan miradas.

-Tenemos playeras extras en el closet de mi oficina.- le ofrecí mi ayuda, como cualquiera lo haría.

Caminamos normal hasta la habitación, de vez en cuando veía que sacudía su playera para evitar que se le siguiera pegando al cuerpo.  Lo que me causaba sonreír. Abrí el closet y le tendí la playera.

Rara vez algo me toma por sorpresa. Pero verlo retirarse la playera, sin pudor alguno, frente a mí. Me puso de cabeza. El chico con la piel más blanca que haya visto, se alzó la tela de lo más normal, sacudiendo su cabello al sacarla por completo. Haciéndola un puñado para terminar de secar el agua que lo empapaba. Un toque tras otro chocaba con su cuerpo.

No podía dejar de ver, su torso estaba tenso y su pecho rojo por lo frío del líquido. Me provocó morder un poco mi labio inferior. No quería dejar de observar, escenarios poco comunes aparecieron en mi cabeza.

-Ojalá tu pantalón también se hubiera mojado.- las palabras salieron, así nada más. Sin pensar, sin conocer su peso.

-Tú te estás mojando.

Y eso me sacó de mis pensamientos, como de película sacudí mi cabeza dándome cuenta de lo grave de la situación. Estaba teniendo una conversación así con Oscar. Auxilio.

Ahora parecía que estaba muda, la sorpresa fue tanta que no podía articular palabra alguna. Tenía vergüenza, y la sorpresa me hizo abrir la boca.

El maldito seguía sin playera, y se tomó la libertad de tomar mi mano y ponerla en su pecho, arrastrándola en su piel, por encima de sus músculos. Trague saliva. Necesitaba más agua. Mi mano seguía bajo la suya, rocé la pretina de su pantalón y sus ojos se clavaron en los míos.

-No necesita estar mojado para que lo retires.- y eso hizo, desabrochó el botón y bajo el cierre. 

La agilidad de sus movimientos pusieron mis manos en su entrepierna, masajeando. Provocando que su ereccion se formara. Su rostro dejó de verse tierno, una máscara de excitación lo tomó por completo. Y no es que no haya fantaseado con algunos pilotos. Solo no pensé en que pasara.

Tomé fuerza y agilice mis dedos. Óscar se recargó en el escritorio dándonos estabilidad. Me tomé el tiempo de liberarlo de tan ajustado bóxer. Estúpidos pilotos. Todo lo tienen perfecto.

No había necesidad de pedirme nada, en un santiamén yo ya estaba hincada, como si fuera a suplicar que me dejara chupárselo. Y el ruego fue escuchado, porque bajó su mirada y me lo ordenó.

-Hazlo.

Una a una mis manos subían y bajaban masajeando su virtud. Dejando un par de lengüetazos en el glande para mayor satisfacción. Hasta que solo use mi boca, mis labios cubrían y recorrían su longitud, me divertida remoloneando mi lengua por dentro. Cuidando que cada centímetro estuviera cubierto.

Una de sus manos guiaban mi cabeza. Tomándome fuerte del cabello. Haciendo que me entrara por completo. Y cada vez que eso pasaba su aliento era insuficiente regalándome gemidos que me ponían muy caliente.

Sus venas remarcadas, su cuerpo ardiente y la mirada de que disfruta poseerme me convertían en su sumisa, en su fiel sumisa.

No quería que terminara, lo estaba disfrutando, chupársela en mi oficina con una conferencia en el salón de enfrente; era la situación perfecta. Pero lo bueno termina, y le comenzaba a ganar el orgasmo. La tensión de su cuerpo se formaba y su boca soltaba un par de frases inconfundibles.

Tomó mi mandíbula apretándola  fuerte haciéndome verlo desde abajo. Y con su mano izquierda se masturbaba provocando que su descarga tibia saliera disparada a mis labios. Provocando que mi lengua lo saboreara.

Me puso de pie, quedando muy cerca de mis labios. Me observó y después a ellos, ayudándome a limpiar un rastro de semen con su pulgar.

-Tú no te irás a Redbull, no mientras yo siga aquí.
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Piastri es mi papaya favorito.

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