Capítulo 5

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Quinn


Necesitaba ocupar mi mente y el segundo día de clases me daba la manera perfecta para mantenerla así.

¿Pero cómo específicamente?

Bueno, estando con la mente en el juego... Sí, amo a Zac Efron, pero en fin, yo formaba parte del mejor equipo de fútbol femenil que había en el Estado y también el mejor equipo que había en mi escuela. ¿Ya menciones que el equipo de baloncesto apestaba? Destruían un juego que amaba; Pero en fin, yo era la capitana y jugaba como delantera, era en buena, además de que formar parte del equipo me podía servir para poder figurar en las solicitudes a las universidades

Continuando con la historia, ese segundo día, a la segunda hora yo me encontraba en el campo de fútbol calentando con mis compañeras de equipo y siendo considerablemente feliz de que no me había topado con ya saben quien en todo el día cuando por cosa de Dios, el destino o como sea que quieran llamarlo, mi tiempo de felicidad llegó a su fin.

La elegida para ser la portadora de que había llegado al límite de mi despreocupación por los problemas de la vida real, fue la entrenadora Costa. Una mujer de unos treinta años, sin hijos y soltera la cual siempre por ese último detalle pagaba su mal humor con nosotras. Tenía a su disposición un grupo de chicas con vidas por delante para desquitarse a su gusto.

—Quinn—Me llamó mientras yo me preparaba para hacer unos tiros a la portería, me giré junto con las otras chicas para observarla.

—¿Qué pasa entrenadora?—Contesté sin moverme de mi lugar.

—Acercarte—Me pidió.

Las demás se lamentaron por mí en silencio.

No tardé en llegar a donde la entrenadora, me detuve frente a ella y trague saliva ante su intimidante altura, la verdad, la mujer daba un poco de miedo.


—¿Qué tal estás?—Me preguntó tomándome desprevenida.

—¿Yo?—¿Y eso a ella que le importaba?.

—No, tu perro—Dijo sin una pizca de gracia—. Claro que te estoy preguntando a ti Quinn.

—Estoy bien.

—Bien—Asintió.

Al ver que no decía más nada y solo me observaba en silencio me aclaré la garganta incómoda.

—¿Puedo regresar o hay algo más que necesite?—Quise saber señalando con mi dedo hacia donde estaban las demás.

La entrenadora Costa suspiró con cansancio y negó.

—Necesito que me hagas un favor.

Estuve a punto de volver a preguntar "¿yo?".

—¿Qué necesita?.

—Me han encargado ayudar a un chico a encontrar un equipo o club, ya sabes, que sea su asesora y todo eso.

Cosa que se le notaba le hacía poca ilusión, ya empezaba a entender por donde iba la cosa.

—Y quiere que yo haga eso por usted—Deduje.—¿Ahora mismo?.

—El chico te espera en el pasillo donde está la vitrina con trofeos.

Y eso fue todo, me pasó por un lado sin esperar a que yo le dijera si aceptaba o no y comenzó a gritarle a mis pobres compañeras que le dieran 10 vueltas al campo. Necesitábamos conseguirle un novio, o al menos algo parecido con urgencia.

Suspirando con cansancio empecé a caminar con dirección a la entrada cerca del campo que daba directo a los vestidores de mujeres y que del cual luego de salir me conduciría directo al pasillo de la victoria como muchos lo llamábamos. En esa vitrina que la entrenadora mencionó no únicamente había trofeos, sino también fotos de los estudiantes egresados que habían hecho una vida digna de relatar en cualquier libro, película u obra de teatro.

Dylan y QuinnDonde viven las historias. Descúbrelo ahora