Capítulo 12

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Dylan

Mientras Quinn terminaba de cambiarse en la oficina de papá, yo le envié un mensaje a Tommy diciéndole que tuvimos que irnos un momento, pero que regresaríamos pronto.

Su respuesta fue un sticker de un pollo levantando los pulgares.

Si, los pulgares.

—¿Sigues con vida?—le pregunté a Quinn mientras guardaba el teléfono.

—No, de hecho la voz que escuchas ahora pertenece al monstruo que me mató— me encantaba cuando me seguía el juego—. Ya sabes, uno de esos que crean en laboratorios y no saben contener.

—Tienes buena imaginación, espero que también seas así de ágil para los bolos.

Cuando por fin salió, lo hizo de brazos cruzados. Yo solo me concentré en lo espectacular que le quedaba mi camisa. Aunque no era cierto lo que ella dijo sobre que solo quería verla usar mi ropa, debo admitir que mi presión arterial subió un poco cuando la vi.

—¿Podrías mirarme ya a los ojos?—carraspeé y la obedecí, tenía una ceja enarcada

—¿Qué?.

—Mientras lleve tu camisa puesta solo mírame a la cara, ¿si?.

Asentí.

—Claro capitana.

Suspiró y pasó por mi lado caminando sin muchas ganas.

—Creo que ya es hora de irnos...

—Podemos quedarnos un rato más si quieres—le sugerí sin moverme de mi lugar. Quinn detuvo el paso y se giró hacia mí otra vez.

—Pensé que querías ir a jugar.

¿Jugar?

Cuando Tommy me invitó rechacé la oferta, solo después dije que sí porque Blake me interceptó a la salida de la práctica y me volvió a hacer la oferta agregando—de seguro sin que la aludida lo supiera—el nombre de su hermana; llevaba días sin poder hablar con ella y no desaprovecharía la oportunidad. Así que me daba igual si íbamos o no a los bolos, yo simple y llanamente quería estar con Quinn.

Pero no se lo diría a ella así, no quería asustarla luego de que parecían que las cosas, una vez más, iban por un buen camino.

Solo me encogí de hombros.

—Haremos lo que tú quieras.

En su cara dejaba claro que no se esperaba esa respuesta.

—¿Y si quiero que robemos un banco?

Chasquee la lengua y negué.

—Haremos lo que tú quieras siempre y cuando sea legal.

Su risa acaparó el extraño silencio que, si es posible decirlo así, parecía provenir del bosque frente a la carretera, era como si todo él solo se dirigieran al taller.

—No sé qué decirte—dijo segundos después.

Me acerqué a pasos lentos.

—Di que te quieres quedar aquí conmigo.

Se había amarrado el cabello en una coleta y de esta forma su rostro se revelaba más, permitiéndome admirarlo y leerlo mejor. Podía ver que estaba nerviosa, quizá asustada y algo más que no lograba descifrar. Eso último siempre estaba cada que nos encontrábamos en una situación parecida a esa, y me frustraba no saber que significaba porque sentía que era importante, muy importante.

—No sé si sea buena idea—respondió al final con un suspiro—, creo que deberíamos volver y simplemente seguir con la noche planeada.

—¿Segura?—insistí una vez más.

Dylan y QuinnDonde viven las historias. Descúbrelo ahora