Capítulo 14

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Dylan

Cuando los labios de Quinn y los míos se unieron, estuve seguro de que ya podría morir en paz.

La besé con toda la ternura que pude reunir, pero a medida que los segundos pasaban fui profundizando más el beso haciéndolo más intenso, más ardiente; Sus labios eran tan suaves y me transmitían tanta ternura que, de alguna forma, la hacía más adictiva.

Había esperado ese beso toda mi vida, la había esperado a ella, a Quinn, toda mi vida. Y al fin la tenía, por fin estaba ahí, conmigo. Ya no iba a existir manera de dejarla ir.

El beso fue disminuyendo conforme nos quedábamos sin aliento, solo cuando el aire nos faltó por completo, nos separamos.

La miré embobado mientras ella respiraba aceleradamente con los ojos cerrados.

Llevé una mano de su nuca a su mejilla y la acaricié suavemente, fue cuando abrió los ojos. Aquellos ojos que me volvían loco.

Quinn abrió la boca, pero volví a besarla antes de que dijera nada. Esta vez, fue uno más lento, más corto, pero con los mismos sentimientos de antes. La única diferencia era que quería saborear más todo, saborearla más a ella.

—Necesito respirar—dijo separándose un poco con una pequeña sonrisa.

—Yo no—la atraje más a mí y ella me rodeo el cuello con los brazos—. Solo te necesito a ti.

Quinn se puso de puntillas y me dio un corto beso.

Luego miró a su alrededor antes de volver a hablar.

—¿Aquí es donde querías traerme?

—No precisamente.

Regresó su vista a mí con curiosidad.

—¿Entonces?

Sonreí.

...

—¿Y qué te parece?

Después de caminar por un buen rato a través del bosque, ya habíamos llegado al lugar que quería mostrarle. De hecho, ya llevamos un buen rato ahí y Quinn seguía sin decir nada, de ahí venía mi pregunta.

—Yo...—comenzó y se cortó al mismo tiempo

—¿Tú?—La alenté a seguir. Con gran naturalidad me acerqué y le rodeé la cintura por detrás. Sentí mucha felicidad cuando ella se recostó de mi pecho y puso sus manos sobre las mías.

Todo estaba siendo increíble e irreal a la vez.

—Yo amo esto—dijo seguido—. Parece sacado de una película.

—Lo sé.

Frente a nosotros se extendía un gran valle, con árboles altos que creaban un gran manto verde oscuro que contrastaba perfecto con el azul del cielo. Y el sol brillaba suavemente a través de las ramas, haciendo que el terreno ondulado y los arbustos esparcidos resaltasen aún más.

Además, en medio de todo había un pequeño lago que se formaba por la caída del agua desde lo alto de toda la colina. Era perfecto.

—Estás muy callado—escuché que me decía Quinn. Cuando bajé la vista hacia ella vi que había levantado la cabeza y estirado un poco el cuello para poder mirarme.

—Solo pensaba.

Quinn asintió y luego decidió alejarse e irse a sentar a orillas del pequeño lago cerca de unas rocas. La seguí y me senté a su lado. Ambos fijamos la vista en la cima de la colina.

Dylan y QuinnDonde viven las historias. Descúbrelo ahora