Capítulo 21

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Quinn

Dicen que después de la calma viene la tormenta, pero yo más bien presentía el augurio de un tornado. Es más, puede que ya todo se estuviera destrozando y yo no lo sabía porque en realidad estaba en el ojo del huracán.

Quizás yo era el huracán.

Estoy segura de que todos en algún momento han experimentado la sensación de creer que todo lo que tocan se destruye, que sí, dan un paso sin pensar, el tiempo mismo se desvanecerá; Justo así me sentía yo esa mañana, lo peor era que la sensación crecía a medida que más personas iban entrando a la cancha y se sentaban en las gradas acaparando más lugar, más oxígeno.

Sé que estoy divagando un poco, pero recordar ese día hace que lo haga.

No estaba bien, quería salir de allí y gritar si era posible. Quería hacer cualquier cosa que me pudiera regresar a la tierra porque para mi todo en ese momento estaba difuso. Las personas en las gradas, incluyendo a mi familia, tenían caras borrosas, voces difíciles de escuchar o distinguir. Y en la cancha ambos equipos y sus entrenadores eran casi invisibles para mí.

Cuando me levanté esa mañana me prometí que intentaría actuar lo más normal posible, pero solo costó que pusiera un pie fuera de casa y viera a lo lejos a Dylan para que rompiera esa promesa. El sentimiento más amargo de todos me invadió desde entonces y no quería dejarme. Estaba siendo torturador.

—Quinn.

Milagrosamente reconocí la voz de Blake. Giré la cabeza para mirarla, ella me estaba ofreciendo un refresco, pero al ver mi rostro frunció el ceño.

—¿Te sientes bien?

Y seguí mintiendo.

—Si—tomé el refresco y bebí un poco—. Sí, estoy bien—reiteré girándome de nuevo hacia la cancha—. Solo estoy nerviosa porque quiero que los chicos ganen, eso es todo.

—¿Segura?.

A mi otro lado, mamá respondió por mí asomándose para mirar a Blake.

—Cielo deja a tu hermana, la realidad es que todos estamos nerviosos.

Miré de reojo a Blake, por suerte ella le sonrío a mamá.

—Claro, tienes razón.

Todo siguió normal.

Mis ojos comenzaron a buscar a Dylan sin yo poder evitarlo y no tardé en encontrarlo: ya estaba en su posición, concentrado y con la vista fija en sus oponentes. El uniforme le quedaba demasiado bien, el color verde oscuro resaltaba su piel y de seguro sus ojos, además de que me encantaba verlo con los brazos descubiertos.

—Sin babas por favor—el comentario vino de mi hermana, la miré con mala cara antes de recomponerme.

En segundos el silbato sonó dándole comienzo al partido.

...

—¡Que ha sido una falta totalmente ilegal!

—¡William!

—Pero sí...

—Siéntate.

Mi padre, a regañadientes, obedeció a mamá.

Sentí mucho alivio, llevaba ya desde hace 10 minutos gritando eso y había comenzado a llamar la atención no solo de los demás, sino también del árbitro y el director de la escuela.

Pero en defensa de papá, diré que tenía razón.

Unos minutos atrás un chico del equipo contrario empujó a uno de los nuestros de una forma nada legal y que el árbitro validó. Desde entonces, los entrenadores de ambos equipos discutían por una solución; mientras tantos sus jugadores descansaban en los banquillos con cara de aburrimiento. Tommy y Dylan también.

Dylan y QuinnDonde viven las historias. Descúbrelo ahora