Capítulo 22

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Dylan

Desde que todos los presentes en el juego habían comenzado a discutir sobre quién tenía la razón, fijé mi atención solamente en una sola persona: Quinn. Y por esa razón noté de inmediato cuando salió del gimnasio con algo de prisa.

Al principio intenté dejar ir el tema, quizá necesitaba ir al baño o algo. Pero su ausencia se prolongó muchísimo tiempo más, y una parte tonta de mí no quería que se perdiera el juego. Me tomé un momento para observar a todos a mi alrededor, ahora parecían más enojados.

Los jugadores de ambos equipos comenzaban a cansarse de esperar y el poco desgaste físico que ya teníamos no tardaría en comenzar a cobrar factura.

—¿Cuánto tiempo durará esto?—hice la pregunta al aire.

—Cinco minutos más como mínimo—respondió Tommy a mi lado.

Lo miré de reojo, parecía aburrido.

—Que tontería—murmuré.

—Sin duda.

Fue todo un minuto de sobre pensarlo hasta que por fin me puse de pie y sin avisar me salí del juego. Necesitaba encontrar a Quinn.

Y no sé si fue por suerte o por desgracia, pero me la encontré en la salida de emergencia a punto de irse, así que la llamé rápidamente.

—Quinn.

Estaba de espaldas, se giró lentamente hacia mí.

Me dediqué a analizarla, sudaba un poco, tenía la mirada algo perdida y por momentos apretaba ligeramente las manos clavándose las uñas en las palmas.

No lucía nada bien, sin embargo se esforzó en fingir una sonrisa que no llegaba a los ojos.

—Dylan.

No entendía qué sucedía, me acerqué con el ceño fruncido.

—¿Por qué te vas?—pregunté sin más.

—Escucha...

—Te he visto salir y yo, bueno yo...—sacudí la cabeza y tomé aire para así poder hablar con calma—¿Ha pasado algo malo? ¿Necesitas ayuda?

Suspiró y lentamente se acercó a mí.

Al tenernos a centímetros, Quinn tomó mi rostro entre sus manos y me acarició dulcemente mientras esbozaba una pequeña sonrisa. Está vez una real.

El gesto me descolocó un poco, pero intenté hacer desaparecer un poco la tensión.

—Me preocupa tanta calidez de tu parte, aunque nunca me viene mal—bromeé, pero ella no rio.

—No te diré nada malo—dijo—. No aún.

Sus manos bajaron hasta mis hombros y continuó hablando sin darme paso a poder decir nada.

—Escucha tengo que ir a hacer algo importante. Algo que he pospuesto por mucho y no puede esperar más. Cuando termine, te mandaré un mensaje con mi ubicación y entonces... Entonces tú y yo...

Ella misma se cortó como si se hubiese formado un nudo en su garganta.

Yo no entendía nada.

Quinn terminó su oración.

—... Tú y yo hablaremos, ¿si?

Puse mi mano en su barbilla y le levanté la cabeza para obligarla a mirarme.

—Dime que pasa. Ya.

—No puedo.

Eso me hizo enojar.

Dylan y QuinnDonde viven las historias. Descúbrelo ahora