Capítulo 8

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Dylan

Con mi pregunta me estaba arriesgando a que Quinn me mandará a la mierda, pero la curiosidad pudo conmigo. Sobre todo porque podía sentir que estar en ese lugar no le hacía feliz del todo, y mamá solía decirme que los problemas y el dolor, son como una bomba, si esperas mucho para hablarlos o afrontarlos, te explotarán en la cara.

Quinn se puso un poco pálida ante mi pregunta; Me miró de una manera que jamás olvidaré, fue como si acabara de recibir un balazo. Pero a pesar de eso, a pesar de que todo apuntaba a que no me respondería, lo hizo, me respondió.

—Con mi abuelo—pronunció con mucho pesar—, venía con mi abuelo.

Venía.

Hablar en pasado solo significa una cosa.

Sin poder contenerme subí mi mano a la mesa y la acerqué a la de ella para tomarla.

—Lo siento mucho, Quinn—lo dije exactamente de la misma forma que ella me lo dijo a mí.

Asintió mientras miraba nuestras manos unidas y solo para que no sintiera incómoda, le solté y la alejé de la suya. Nos mantuvimos la mirada unos segundos hasta que Quinn se aclaró la garganta para después esbozar un intento de sonrisa.

—Me toca—anunció y creí ver malicia en sus ojos.

—Debo recordarte que no se vale nada sexual—alcé las cejas.

Puso los ojos en blanco, así de fácil cambiaba el ambiente entre la ternurita y yo.

—No es nada sexual—aclaró—. No me importa tu inexistente vida sexual.

—Entonces dispara.

Entrelazó sus manos encima de la mesa y fingió ponerse seria. Y digo que fingió porque la realidad era que tenía una pequeña sonrisa, la cual debo mencionar, era la más hermosa que le había visto y eso que ni siquiera era una completa.

—Dime Dylan, ¿cuál es... ¿Cuál es tu color favorito?

—¿Esa es tu pregunta?—quise saber burlón—te creí más ingeniosa.

Siendo Quinn se cruzó de brazos muy indignada.

—Soy muy ingeniosa, solo que no creo que seas alguien muy interesante.

—Soy el chico más interesante que has conocido en tu vida.

Bufó y se inclinó un poco más hacia mí.

—Por favor Raquel Mendoza sal ahora de ese cuerpo.

No pude evitar comenzar a reírme. Si, una chica me había obligado a ver la película, odie esa hora y media de mi vida, pero en ese momento supe que había valido la pena porque Quinn también empezó a reírse como nunca antes la había visto, tuvo incluso que echarse hacia atrás para poder llevar las manos al estómago. De seguro le dolía y todo.

Yo pude tranquilizarme, pero Quinn no paraba y así era mejor. Se veía perfecta, al menos para mí, tal como estaba: Algo despeinada, con ese jersey algo caído de los hombros y esa risa... esa maldita risa tan reconfortante para mi cerebro y corazón. Además creo que lo hacía mejo el hecho de que yo la había provocado.

—Eres un tonto—dijo al recuperar un ritmo de respiración normal.

—Te hice reír—le contesté con tono orgulloso.

—Pues sí—admitió y luego pasó a mirarme como si buscara algo en mí.

—¿Por qué me ves así?

—Trato de ver si eres Dylan o algún comediante disfrazado.

—¿Solo porque te hice reír?

—Sí.

Dylan y QuinnDonde viven las historias. Descúbrelo ahora