Capítulo 10

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Quinn

Ese día después de ir al taller llegué a la casa muy feliz y muy alucinada también. No podía parar de repetir lo que había pesado con Dylan en mi mente. El bucle parecía ser infinito y lo peor era que se notaba; Fue obvio para mamá, para papá y cuándo no, para mi hermana.

Tuve la suerte de que los tres decidieron hacerse los que no sabían nada.

—Voy a ducharme—dije más tarde en la cena porque a pesar de no comentar nada, me miraban de manera muy molesta.

Al final terminé en la bañera, con agua caliente y la cantidad perfecta de burbujas; respirando profundamente y recordando de que mi auto estaba devuelta conmigo, estiré la mano hacia el pequeño banco a mi lado y tomé mi teléfono. Fui directo a la galería y mi dedo se quedó suspendido a un centímetro de la pantalla donde se reflejaba una carpeta con el nombre Abuelo.

Todavía no podía.

Suspiré y por un segundo decidí dejar el teléfono en su lugar de nuevo, pero entonces apareció una llamada entrante. Era un número desconocido. Quise sumergir el teléfono en el agua cuando me imagine quién podía ser, ya que últimamente me daba más que pereza contestar sus mensajes o llamadas.

Aun así atendí.

—¿Quién habla?—pregunté directamente y con tono arisco.

Escuché una risita al otro lado de la línea y la piel se me erizo al reconocerla de inmediato. Pero no podía ser, ¿verdad?

—Es tu idiota favorito.

Vale, sí que era él.

Tardé en reaccionar y cuando por fin hablé no lo hice siendo la misma Quinn que fui esa tarde en el taller.

—¿Cómo coño tienes mi número?

—Veo que no estás de humor—dijo Dylan esquivando mi pregunta—. Tal vez debería llamar luego.

Tenía que ser una broma.

Me incorporé mejor en la bañera.

—Tal vez deberías decirme como conseguiste mi número.

—Sería traición.

Con esa palabra no tardé en hacerme una idea de quién le había dado mi teléfono. Lo mataría al verlo, eso seguro.

—Ha sido Tommy, ¿no?

Silencio.

Pude imaginármelo haciendo esa cara que hace cuando piensa mucho, ceño fruncido, labios ligeramente apretados..., momento. ¿Por qué me había fijado en eso?. No debí hacerlo, igual que lo que pasó en mi auto tampoco debió haber pasado o lo de despedirme besando su mejilla.

Es que fue como estar poseída por un monstruo. Uno, que curiosamente me hacía sentir muy bien. Pero es que no podía y menos con Dylan. Me negaba a dejar que se repitiera tal escena. Que me llamarán loca, pero para mí como si nunca pasó.

—Yo insistí, no se lo recrimines—él por fin habló trayéndome de nuevo a la realidad.

Pero la verdad es que estaba siendo difícil apartar el recuerdo de sus manos en mis piernas, de sus labios a centímetros de los míos. De su respiración agitada. Mi mente empezó a ser consciente de que estaba desnuda y de que hablaba con Dylan.

—¿Quinn?—dijo— ¿sigues ahí?

—Si aquí sigo.

Tenía que cortar esa llamada.

—Y está bien, no le diré nada a Tommy—añadí.

—¿En serio?—sonaba sorprendido—Gracias.

—Si bueno, como sea. Adiós.

Dylan y QuinnDonde viven las historias. Descúbrelo ahora