Capítulo 17

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Quinn

Les dije a mis padres que me sentía mal para no ir a la escuela. Si, algo un tanto cliché, pero fue lo único que se me ocurrió y que por suerte funcionó. Claro que aunque me salvé de las clases, no tuve tanta suerte con el castigo por no haber asistido a las mismas el día anterior.

Estaría sin mi auto una semana más y para completar estaba obligada a darles mi ubicación cada hora si llegaba a salir de casa. En caso de no estar donde dije que estaría... digamos que ardería Troya. Mis padres eran pacíficos hasta que les dieran los motivos apropiados para ya no serlo.

Pero cumplir sus castigos me daba igual, nada era peor que la condena mental con la que estaba batallando.

—Quinn.

Escuché a Blake llamarme al otro lado de la puerta de mi habitación y me obligué a incorporarme y dejar de mirar a la nada. Llevaba como cinco horas sin moverme o hablar o pensar. Solo estaba ahí, respirando..., existiendo.

—Pasa—fue como un murmuro, pero ella me oyó.

Blake entró e intentó no fruncir el ceño al ver mi cara.

—¿Estás bien?—me recosté del espaldar de la cama y puse unas almohadas en mi regazo para dejar descansar los brazos ahí.

—Estoy bien.

Mi hermana sabía que lo de sentirme mal era una mentira, al menos lo de sentirme mal físicamente. En lo personal pienso que es mucho peor que nuestra mente se enferme a que lo haga nuestro cuerpo.

—¿Qué sucede?—volví a hablar.

Blake pareció buscar las palabras correctas, aunque tampoco era algo tan difícil de informar.

—Tommy está abajo—asentí—. Con Dylan—añadió a los segundos.

—Joder...—murmuré llevándome las manos a la cara.

—Puedo decirle que se vaya.

—¿¡Estás loca!?—me puse rápidamente de pie y caminé hasta ella—. Eso solo haría todo peor.

No quería discutir con él, no así, no en ese momento.

¿Quería verme? Pues me vería.

—Dile que suba—le pedí a Blake, la pobre empezó a negar—. Blake, por favor.

—¿Le vas a decir?.

—Yo... no sé. Solo dile que suba.

A regañadientes asintió y salió de mi habitación para ir a decirle. Mientras tanto, yo me di la vuelta, recogí mi sudadera de los Lakers y me la puse para así evitar recibir a Dylan solo con un sujetador deportivo y mis pantalones cortos de pijama. También fui al espejo y me até el cabello en una coleta lo más decente posible.

Para cuando terminé tocaron de nuevo a mi puerta.

Regresé a la cama, me senté en una esquina, respiré profundamente y luego dije con voz calma que pasara.

Él entró y a diferencia de cómo harían otras personas, en vez de ojear la habitación solo tenía su atención fija en mí. Me recorrió de arriba abajo con sus ojos y se quedó más tiempo mirando mi rostro, como si buscara algo.

Yo permanecí en silencio todo el rato.

Al final Dylan cerró la puerta tras de sí, caminó hasta la cama y se sentó a mi lado. Girando levemente su cuerpo para mirarme, yo hice lo mismo.

—Tommy me dijo que estabas enferma—parecía preocupado—. Pero la verdad luces bien, ¿lo estás?

La vieja Quinn le hubiese contestado un "¿a ti que te importa"?, eso se me habría hecho más fácil que mirarlo a la cara y fingir que todo iba bien cuando no; pero mi contestación fue diferente, de alguna manera real y falsa a la vez.

Dylan y QuinnDonde viven las historias. Descúbrelo ahora