Sonrisas.

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Osamu Dazai miró hacia el blanco techo, buscando por lo que le parecía la milésima vez cualquier mínimo detalle con el que pudiera perder el tiempo. Como todas las veces anteriores, no encontró nada. Una pena, pues significaba que tendría que seguir soportando la voz de Mori hablando de temas organizacionales que no le interesaban en absoluto.

Pero esta vez, cuando bajó la mirada nuevamente, encontró algo que sí lo interesó: un par de ojos azules que lo observaban con reproche, como si lo regañara por estar perdiendo el tiempo en lugar de prestar atención a su trabajo como debería hacerlo. Sin embargo, el brillo juguetón en estos le indicaba que en realidad no estaba enojado con él.

Dazai se encontró absorto por varios segundos en esa mirada que tanto le cautivaba. Sentía que podía ver el cielo reflejado en ese brillante color azul, que resultaba demasiado vivo para todo lo que representaba la mafia, casi como si no perteneciera ahí. Pero, aunque fuera egoísta, Dazai estaba agradecido de que Chuya estuviera en la mafia, sirviéndole como su sol personal en medio de tanta oscuridad. Una pequeña sonrisa se le escapó de los labios ante su propio pensamiento: era demasiado cursi. Pero así era el amor.

Su corazón comenzó a latir rápidamente cuando vio que el atractivo pelirrojo de ojos azules frente a él le correspondía la sonrisa, en una complicidad que solamente ellos podían compartir. Su interior se sintió cálido, como casi siempre pasaba cuando estaba frente a Chuya, a pesar de la usual frialdad en su corazón. Ese era su poder: poder llenar de sentimientos positivos a alguien como él. Chuya apartó la mirada, pero la sonrisa se mantenía en su rostro, y Dazai no pudo evitar ampliar la suya al pensar que sus sentimientos podrían ser correspondidos.

Calendario de adviento. (Soukoku)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora