Observándolo.

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Chuya sintió una mirada atravesarlo, y sabía perfectamente quién era el culpable: cierto castaño que estaba abrazado a él en el sofá, y que al parecer había decidido que observar su rostro era más entretenido que la película puesta en el televisor. No le extrañaba. Dazai era demasiado aburrido para las películas de misterio, pues siempre adivinaba todos los giros, arruinándole muchas veces a él también la experiencia. Se preguntaba por qué seguía accediendo a ver películas con él.

—¿Quieres que ponga otra cosa? —Preguntó Chuya mientras buscaba el control remoto con su brazo izquierdo, cuidando de no moverse demasiado para no interrumpir el abrazo que envolvía a su pareja con su brazo derecho. Estaban demasiado cómodos como para separar sus cuerpos entrelazados.

—Esa película está bien —Respondió Dazai con lentitud, temiendo que al moverse bruscamente terminara con el momento. En realidad, la película no le interesaba en lo más mínimo, pero si eso le permitía estar envuelto en los brazos de su persona favorita, donde se sentía seguro, entonces podría tolerarla.

—De todas formas, no le estás prestando atención —Aceptó Chuya, regresando su mirada a la televisión frente a él. Si admirar su perfil servía para callar a Dazai y que no le contara el final de la película, lo aceptaría. Además, a este punto ya estaba acostumbrado: era común que Dazai lo mirara atentamente con frecuencia, como si siempre tratara de aprenderse su rostro por alguna razón desconocida.

—Es solo que tengo a mi lado algo que me gusta mucho más mirar —Se excusó Dazai, con su mirada fija en Chuya, quien simplemente soltó una pequeña sonrisa por el cumplido, sin responder nada más. Dazai siguió observando con atención, haciendo todo lo posible por grabarse tan maravillosa vista en su memoria para poder recordarla siempre que lo extrañara.

Calendario de adviento. (Soukoku)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora