Pesadilla.

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—¿Dazai? —Preguntó Chuya bruscamente, despertando al castaño. Dazai abrió los ojos para, en medio de la oscuridad, encontrarse con la pequeña silueta a su lado mirándolo con preocupación, mientras escuchaba cómo su propia respiración agitada llenaba la habitación. No recordaba qué había estado soñando, pero sus ojos estaban llenos de lágrimas. Por suerte, tenía a alguien dispuesto a despertarlo en desagradables ocasiones como esta, esperándolo para reconfortarlo con su sola presencia— ¿Estás bien?

—Sí —Respondió Dazai con la voz temblorosa, buscando desesperadamente con las manos el cuerpo de Chuya, contradiciendo sus palabras con sus acciones. A Chuya esto no le molestaba en absoluto, después de todo, estaba para cuidar de Dazai en cualquier momento. El pelirrojo respondió a la búsqueda, encontrando las temblorosas manos envueltas en vendas a medio camino y dirigiéndolas a su propia cintura, envolviéndose a sí mismo en un abrazo que correspondió mientras se volvía a acostar sobre la cama, frente a Dazai—. Sólo fue una pesadilla.

—Tranquilo, todo está bien —Le aseguró Chuya con voz suave, mientras lo envolvía con una fuerza delicada que le hacía saber que, dentro de sus brazos, sus palabras eran verdad. Dazai cerró los ojos con fuerza, mientras se aferraba al cuerpo que lo envolvía de manera protectora, tratando que el estable sonido de los latidos del corazón de Chuya lo ayudara a relajarse mientras trataba de que su respiración fuera al mismo ritmo. Era su ritual para después de las pesadillas. Momentos pasaron en silencio, con Dazai intentando calmarse mientras Chuya acariciaba su cabello a un ritmo constante, tratando de darle la estabilidad que necesitaba en esos momentos. Solo se detuvo un momento para depositar un beso en su frente, en un gesto protector—. Sabes que, mientras estés a mi lado, jamás dejaré que nada te haga daño.

Calendario de adviento. (Soukoku)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora