Te amo.

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—¿Cuántas veces te he dicho que no te acerques a la cocina? —Preguntó Chuya con cansancio mientras fregaba con fuerza el sartén entre sus manos, tratando de eliminar los restos de comida quemada en él, aunque sabía que era en vano. El sartén ya no tenía salvación. Una pena, porque era su favorito.

—Lamento querer prepararle la cena a mi novio que trabaja arduamente —Sabía que estaba esquivando la culpa tratando de endulzarle el oído, pero Chuya no pudo reprimir la sonrisa que las palabras de Dazai le causaron. Detuvo lo que estaba haciendo y se giró a ver al más alto, sentado tras la encimera de la cocina con aire inocente. Chuya no pudo resistirse: después de todo, la persona que amaba había intentado tener un gesto con él, aunque hubiera dañado la cocina. Además, no era ningún secreto que tenía un punto débil por Dazai y le perdonaría cualquier cosa.

—¿Sabías que te amo? —Preguntó Chuya de la nada, causando sorpresa en el rostro ajeno por su repentina confesión. Era raro ver a Dazai desconcertado, lo que era una pena por lo mucho que le gustaba esa expresión. Tal vez por su rareza era que la disfrutaba tanto, pensó.

—Eso no es justo... —Murmuró Dazai después de unos momentos, avergonzado. Esa era una vista aún más rara, así que Chuya se deleitó unos segundo más mirándolo antes de volver a su misión de limpiar el sartén, sintiéndose satisfecho consigo mismo por su logro—. Pero yo te amo más.

—Entonces no vuelvas a tocar la estufa —Advirtió Chuya, sin girarse a ver a su pareja. Seguía con la misión de recuperar su sartén preferido, aunque sentía que el sacrificio había valido la pena por los gestos de Dazai—. Y eso no es cierto. Yo te amo más.

Calendario de adviento. (Soukoku)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora