Quedándose dormido.

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—Chuya, si necesitas ir a dormir, hazlo. No me importa —Insistió Dazai al sentir cómo la cabeza contraria se recargaba contra su hombro, acomodándose en el sillón donde descansaban al lado del otro.

—Y si tú no quieres que me recargue contra ti solo dilo —Respondió Chuya, sin levantarse. El castaño simplemente dejó escapar un pesado suspiro, causando que frunciera el ceño—. No hagas eso. Ya dije que quiero escuchar cómo te fue en el día.

—De acuerdo... —Murmuró Dazai sin terminar de estar convencido. Sabía que el trabajo de Chuya era mucho más agotador que el suyo, pero, a pesar de eso, su pareja todos los días insistía en preguntarle sobre su jornada. Sin embargo, esa noche notó el contorno inferior de sus ojos más oscuro de lo usual, así como la pesadez que obligaba a su mirada a cerrarse cada poco.

Antes de siquiera pronunciar palabra, sintió cómo la respiración a su lado se hacía más profunda y pausada, además de percibir que el pequeño cuerpo contra él se volvía más pesado. Dazai dejó escapar una pequeña sonrisa. Sabía que estaba cansado, además de que no podía culpar a Chuya por dormirse con sus aburridas anécdotas de la Agencia.

Dazai no se movió. Usualmente no le gustaba quedarse en silencio, pero no podía considerar que el ambiente estaba quieto totalmente por las suaves respiraciones a su lado, que llevaba toda una vida conociendo, pero nunca fallaban en darle paz. En lugar de eso, se acomodó mejor en el sofá, apoyando con suavidad su cabeza sobre la que descansaba en su hombro.

—Te dije que durmieras —Regañó en voz baja Dazai, sabiendo que hablaba para sí mismo. Aun así, no pudo evitar sonreír cuando Chuya gruñó algo entre sueños, como si lo hubiera escuchado—. Buenas noches, cariño.

Calendario de adviento. (Soukoku)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora