Pláticas.

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Advertencia de contenido: el capítulo contiene menciones de temas relacionados con la depresión. Se recomienda la discreción del lector/a.


Osamu Dazai estaba agradecido por tener a alguien que siempre lo escuchara.

Podía sonar fácil, y la mayoría de las veces, lo era. Como cuando se quejaba del trabajo, pero a pesar de eso narraba detalladamente todas las aventuras que había tenido en el día, sin importar lo aburridas que fueran. O como cuando se quejaba de que lo que comerían ese día no era de su total agrado, con la esperanza de que el menú cambiara por algo que quisiera (y funcionaba todas las veces). O como cuando hablaba de los libros que leía y mencionaba emocionado sus partes favoritas, todas relacionadas con temas lúgubres.

Chuya Nakahara siempre estaba dispuesto a escucharlo, y sonaba como una tarea fácil, pero él sabía que no lo era.

Había veces en las que el ruido de su deprimente mente era tal que necesitaba dejar salir todos sus malos pensamientos, escupiendo todas las cosas negativas que pensaba sobre la vida y sobre él mismo. Sabía que era horrible. Él no quería ni imaginarse lo que sentiría de escuchar a Chuya decir alguna vez que quería terminar con todo. Y, a pesar de eso, su pareja siempre lo escuchaba con calma, sin quejarse.

Nunca lo presionaba, ni le decía cosas absurdas para intentar motivarlo, como que todo estaría bien. Simplemente se sentaba a su lado y, una vez terminara de decir todo lo que tuviera que hablar, lo abrazaba. Como si supiera que ese gesto por sí solo era mucho más reconfortante que cualquier cosa que pudiera decir. Incluso en las raras ocasiones en que lloraba, Chuya sólo lo escuchaba y reconfortaba en silencio, sin burlarse de él.

Osamu Dazai estaba agradecido por tener a alguien que siempre lo escuchara, porque eso significaba que Chuya Nakahara amaba todas las partes de su rota alma.

Calendario de adviento. (Soukoku)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora