EL NOMBRE DEL MAS APTO

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Comenzaron su andar, intentando distanciarse de aquellos que habían perdido la razón en el pueblo. El demonio, aún confundido sobre el destino del mundo, tenía una certeza: el causante de todo ese caos, no era humano. Consideró preguntarle a la niña, pero ella estaba sumida en sus pensamientos. -¿Por qué interrumpir su silencio? -pensó. -Con el tiempo, lo descubriré.

El silencio de la caminata fue roto por la voz exaltada de Catherine, quien parecía haber olvidado o ignorado los horrores recientes.

-¡Ya sé! Te pondré un nombre.

-¿No deberías estar afligida? -preguntó el demonio, intentando silenciarla.

-No... No lo sé, parece que me he acostumbrado a ver a la gente morir.

-...

Catherine continuó, -Bueno... ¿Quieres saber el nombre que te he elegido?

-No.

-Te llamaré Cassiel. Es el nombre de un ángel caído que leí en un libro, alguien que fue dejado atrás, como tú.

El demonio volteo a ver a la niña, y con un tono frustrado, la amenazó: -Si insistes en llamarme así, voy cortarte la lengua.

-No harías eso. -replicó ella con una confianza inusual.

-¿Qué te hace pensar que no? Solo necesito que estés viva, no intacta. -amenazó él, acercando el sable a su rostro.

-Si me cortas la lengua, no podré comer, y moriré de todos modos.

Cassiel suspiró y guardó el khopesh. -Eres astuta para tu edad, te concedo eso. Úsala sabiamente si deseas sobrevivir a mi lado. Pero no te pases de lista, o perderás más que la lengua.

-De todas formas, te llamaré Cassiel. Es más fácil que toda esa pila de títulos que tienes.

-Haz lo que quieras.

La niña podría ser útil para entender lo que estaba sucediendo, pero ¿le preguntaría Cassiel? No, por dos razones: primero, prefería el silencio a su charla infantil, y segundo, encontrar a aquellos a quienes debía asesinar era parte del ritual; los encontraría tarde o temprano.

Sin más interrupciones continuaron vagando, alejándose lo más posible de aquel pueblo infestado. Al cruzar un extenso prado y superar una colina, se topan con otro pueblo, en ruinas pero no infestado. Observan a personas "normales", sobrevivientes con ropas sucias y desgarradas, un lugar que parece refugio de quienes no tienen adónde ir, lleno de miradas malintencionadas y criminales.

Catherine sentiría temor de esa gente si no fuera porque la acompaña, específicamente, un demonio.

Cassiel decide adentrarse en el pueblo mientras la niña duda si seguirlo, pero al verlo avanzar, no tiene más opción que ir tras él. A medida que se acercan, el olor a muerte se intensifica, y las miradas de desprecio e incertidumbre se vuelven más frecuentes, lo cual es de esperar al ver, en un lugar como ese, a una niña con un vestido bonito manchado de sangre y a lo que parece ser un hombre alto, vestido de negro, con un saco de papas cubriéndole el rostro y un sombrero de granjero.

Catherine, con miedo, se pega a Cassiel, lo suficiente para no irritarlo. Él, por su parte, busca a alguien razonable con quien hablar para entender la situación.

-¿Qué hacemos aquí? -pregunta Catherine.

-Busco a alguien para hacer unas preguntas... pero solo encuentro asesinos.

-¿Cómo sabes que son asesinos?

-La víctima deja una marca en el alma de su asesino, y con eso serán juzgados al morir.

Catherine reflexiona en silencio.

En ese momento, Cassiel ve a una anciana sin marcas, vendiendo productos en su carretilla. Se dirige hacia ella, pero tres bandidos lo interceptan. El líder tiene dos marcas; los otros, una cada uno.

-Hey forastero, ¿le robaste ese disfraz a un vagabundo? -bromea el líder.

-Ese vestido indica que viene de una buena familia. ¿Cuánto pagarían por tu rescate? -dice otro, mirando a Catherine, quien se oculta tras Cassiel.

Cassiel se detiene, deseando que cometan un error. No puede atacarlos a menos que sea beneficioso para su objetivo, según las reglas del ritual. Permanece tranquilo, expectante.

-¿Son de esos cazademonios? -pregunta uno de los bandidos.

Cassiel suelta una carcajada involuntaria, que rápidamente reprime. Él nunca había oído hablar de "cazadores de demonios".

-¿Te causa gracia? Te mostraré algo divertido. -amenaza el bandido, intentando poner un cuchillo en el cuello de Cassiel. Pero al sentirse amenazado, Cassiel puede actuar. Agarra la mano del bandido y, con una risa contenida, responde:

-Oh no... no soy un "cazador de demonios," soy, de hecho, un demonio.

-Eres solo un payaso -replica el bandido.

Con habilidad, el bandido giró la mano que Cassiel tenía sujeta cerca de su cuello, maniobrando el cuchillo con sus dedos para cambiar el lado del filo y liberarse del agarre. Intentó asestar otro tajo al cuello de Cassiel, pero falló, y continuó atacando con furia.

Cassiel, retrocediendo con calma, esquivó cada uno de los tajos. El bandido, desesperado por alcanzarlo, intentó impulsarse con los pies para lanzar un ataque rápido a mayor distancia. Pero Cassiel, anticipando el movimiento, se preparó. Cuando el bandido lanzó el golpe, Cassiel lo esquivó con elegancia y capturó su brazo. Con su mano derecha sujetó el cinturón del bandido y, con una fuerza sobrenatural, le hizo un barrido, levantándolo del suelo. Con los pies en el aire y la cabeza a punto de golpear el suelo, el bandido recibió un potente golpe en el abdomen que le robó el aliento.

Expulsado por el impacto, el bandido cayó al suelo, tosiendo y luchando por respirar. La impresionante demostración de fuerza de Cassiel no duró más de cinco segundos.

Los otros dos bandidos y Catherine observaban, paralizados. La niña, entre asustada e impresionada, contemplaba la escena que apenas duró un minuto en total.

Los bandidos restantes no intervinieron, estaban confiados en su superioridad numérica, pero la velocidad y fuerza sobrehumana de Cassiel los dejó atónitos.

Uno huyó, mientras que el otro, con una valentía imprudente, se lanzó hacia Cassiel. Armado con una daga, corrió sin estrategia, directo hacia él. Cassiel, percibiendo algo extraño en sus intenciones, lo esquivó fácilmente. Sin embargo, ese fue su error. El bandido no buscaba enfrentarse a él, sino que se dirigió hacia Catherine. La niña, intentando protegerse, se encogió, pero el bandido la tomó como rehén, sin intención de negociar, solo deseaba herir a la niña frente al demonio.

Cassiel tomó la daga de su cinturón considerando lanzarla, pero se detuvo, consciente de que matar al bandido podría espantar a la única persona razonable en el pueblo, la anciana de la carreta.

No estaba preocupado por la niña, sino por las consecuencias de sus acciones, hasta que el bandido puso la daga en el cuello de Catherine y comenzó a cortar.

-Espero que tengas los ojos bien abiertos, idiota -dijo el bandido con una sonrisa maliciosa.

Cassiel soltó la daga en el suelo, y emanando su aura demoníaca y oscura, con una voz intimidante que se incrustaba directamente en el alma del bandido, afirmó:

-Eres tú quien debería abrir los ojos.

Against MyselfDonde viven las historias. Descúbrelo ahora