Mientras Cassiel se enfrentaba a un furioso combate, el sonido de las armas resonaba por todo el exterior de la muralla. Los tres entes antes expectantes se unieron a la lucha contra Cassiel, exhibiendo una sincronía perfecta, complicando la batalla para el demonio. A pesar de su fuerza y habilidad, Cassiel se veía superado en número, y su estrategia se centraba en defenderse, esquivar y desviar los incesantes ataques.
Catherine, anonadada por la velocidad y la ferocidad del combate, sentía una mezcla de asombro e inutilidad. No podía hacer más que observar. Fue entonces cuando notó un pequeño agujero en la muralla, detrás de los guardias desconsolados que, absortos en su pena, no participaban en la lucha. -Quizás pueda abrir las puertas desde adentro. -pensó.
Con sigilo, Catherine se deslizó entre los arbustos, dirigiéndose hacia el agujero. Necesitaba distraer a uno de los guardias, así que tomó una piedra y la lanzó hacia su cabeza. Sin embargo, el guardia, sumido en su tristeza, ni se inmutó. Frustrada, Catherine agarró otra piedra, esta vez más grande, y la arrojó con todas sus fuerzas. El guardia simplemente se rascó la cabeza, como molesto por un mosquito.
Decidida, Catherine buscó una piedra aún más grande, casi del tamaño de su cabeza. Se acercó al guardia, y con un esfuerzo considerable, le golpeó en la nuca. El guardia cayó al suelo con un golpe sordo, y Catherine, en un intento desesperado, se deslizó hacia el agujero. Pero el ruido había alertado a los demás guardias, que se giraron hacia ella. Con un grito de pánico, Catherine se zambulló en el agujero, mientras los guardias intentaban seguirla, pero quedaron atascados al intentar entrar todos a la vez.
Mientras tanto, Cassiel continuaba su lucha contra los cuatro entes. Armados con lanzas, atacaban con una coordinación que dificultaba cada movimiento del demonio. Cassiel, consciente del plan de Catherine, aprovechó un momento para liberar a uno de sus cuervos, que voló en busca de un mecanismo para abrir las puertas.
En la muralla, Catherine descubrió que solo había pasajes hacia el exterior. Mientras subía por unas escaleras de mano, los guardias la perseguían. Cassiel, atento a la situación, gritó desde abajo:
-¡Catherine! ¡La palanca está arriba, cerca de la torre, pero hay guardias esperándote!
Catherine, al escuchar a Cassiel, se dio cuenta de que estaba atrapada. Los guardias la acechaban tanto desde arriba como desde abajo. En un acto de desesperación, se lanzó hacia una pequeña ventana y se agarró a una cuerda que colgaba por fuera de la muralla. Con agilidad y destreza, comenzó a ascender por la cuerda, utilizando los salientes de la muralla como apoyo.
La batalla de Cassiel, un torbellino de acero y magia, se tornó aún más frenética. Mientras tanto, Catherine, con la determinación ardiente en sus ojos, luchaba por alcanzar la palanca que dominaba la cima de la muralla. Los guardias, sumidos en su ignorancia y melancolía, permanecían dentro de la torre, aguardando, como espectros perdidos en sus pensamientos, a que Catherine emergiera.
Catherine, movida por una voluntad férrea, intentó mover la pesada palanca. Sus brazos, aunque exhaustos, se esforzaban por dominar el mecanismo, cuyos chirridos y crujidos delataban su movimiento. Los guardias, alertados por el sonido, voltearon hacia ella, sus ojos brillando con una luz azul celeste, triste y furiosa.Uno de ellos, impulsado por un atisbo de lucidez, se lanzó hacia Catherine. La palanca apenas se había movido, pero la niña, astuta y ágil, se protegió detrás de ella. La fuerza del guardia, en su torpe embestida, terminó de activar el mecanismo, y con un estruendo de cadenas y engranajes, la puerta empezó a abrirse lentamente.
Catherine no perdió ni un segundo. Se lanzó hacia la cuerda, descendiendo a través de la muralla. Sus manos se quemaban con el roce, pero la urgencia de la situación era mayor que el dolor. Los guardias, en un vano intento, comenzaron a jalar la cuerda, reduciendo cada vez más su longitud.
Colgando precariamente, Catherine se encontró a mitad de la muralla, con una caída que amenazaba con ser fatal. Cassiel, percibiendo la apertura de la puerta y el peligro inminente, decidió abandonar el combate. No obstante, su salida no estaría exenta de riesgos.
Agazapado, con sus manos aferradas a la tierra, Cassiel se preparó para un salto prodigioso. Uno de los entes, en un intento desesperado por detenerlo, lanzó su lanza con una precisión mortal. Cassiel, con una agilidad sobrenatural, se impulsó hacia adelante, evitando por poco la lanza, aunque esta logró rasgar una parte de su pierna de paja.
-¡Salta! -gritó a Catherine, colgando precariamente.
-¡Suelta la cuerda ahora! -Con un coraje nacido del terror, Catherine se dejó caer. Cassiel, con sus sentidos agudizados, calculó el momento preciso para interceptarla. En una maniobra prodigiosa, atrapó a Catherine con su brazo derecho, al tiempo que con su pierna detenía una lanza dirigida a la niña, usando esta misma arma para amortiguar su caída.
Una vez en tierra, Cassiel huyó, atravesando la puerta abierta de la enorme muralla, con Catherine en brazos, su pierna lastimada apenas sosteniéndolos. Ante ellos, un castillo de proporciones monumentales se erigía, con zonas inconclusas y áreas olvidadas. En un callejón desolado, encontraron refugio.
Cassiel, cuyo cuerpo de paja no le eximía del desgaste, reparó su herida con aguja e hilo, mientras Catherine, con sus palmas quemadas y sangrantes, emitía débiles quejidos de dolor.
-Pon tus manos sobre el collar -instruyó Cassiel.
Ella obedeció sin dudar.
-¿Sientes el frío que emana de él? -preguntó.
-Sí -respondió ella, débilmente.
-Te sanará. Descansa ahora, partiremos en unas horas.
Con un asentimiento fatigado, Catherine se acomodó para dormir. Una lágrima silenciosa, nacida del dolor y la fatiga, recorrió su mejilla, cayendo sobre el saco de Cassiel en una promesa silente de más luchas por venir.
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Against Myself
Mystery / ThrillerEn las sombras que anticipan el ocaso de la humanidad, "Against Myself" desvela la mística historia de Cassiel, renombrado por su invocadora, el demonio de la soledad y la melancolía, en el ajedrez infernal de reyes afligidos. Abaddon, el autoprocla...