La tensión colmaba el aire como una densa niebla, Cassiel se debatía entre pensamientos extremos. Si Leonor interpretara su ataque como una traición, no tendría más opción que enfrentarla. Sin embargo, cualquier pensamiento de conflicto se disipó al ver a Leonor sonreír.
-Ahora estamos a mano. -dijo ella con una calma que desarmaba.
Dejando a un lado sus armas, se cubrieron mutuamente las espaldas, luchando hombro con hombro contra los enemigos que los acosaban por todos lados. Cassiel, consciente de que debían avanzar antes de que su mente volviera a nublarse, tomó a Catherine en brazos y echó a correr.
-¡Vamos! -gritó a Leonor.
Mientras Cassiel avanzaba a gran velocidad, sorteando y repeliendo ataques con Catherine en brazos, Leonor mantenía a raya a los hundidos, defendiéndose con una destreza letal. Cassiel era un torbellino de movimiento, pero mantener el ritmo era todo un desafío para Leonor. Al encontrar un momento oportuno, dirigió a Cassiel hacia una iglesia medio construida, aparentemente desierta.
Una vez dentro, el tumulto de la batalla quedó atrás. La iglesia, con su silencio sepulcral, les brindó un respiro temporal. Leonor y Catherine, visiblemente agotadas, aprovecharon para descansar, mientras Cassiel montaba guardia en la entrada.
-Bueno, eso se salió de control más rápido de lo que esperaba; Catherine, descansa un poco, no podremos quedarnos mucho tiempo aquí. -dijo Leonor, apoyándose contra una columna con fatiga evidente.
Catherine se tumbó en el suelo, agotada no tanto por el esfuerzo físico sino por la tensión del momento. Leonor, acercándose a Cassiel, le preguntó con un tono de incredulidad mezclado con alivio, -¿En serio no nos vieron entrar?
-No, apenas logramos escapar. -confirmó Cassiel, su voz reflejando alivio momentáneo.
-Perfecto. -respondió Leonor, aunque el silencio que siguió era pesado y cargado de preguntas no formuladas.
-No fue intencional... lo que sucedió allá. -finalmente rompió el silencio Cassiel, hablando del incidente previo.
-¿Eso? -Leonor soltó una risa nerviosa. -Más te vale que no haya sido intencional. -comentó, aún sonriendo.
-Parecías una bestia en plena batalla, totalmente entregado a la lucha.
-La adrenalina me ciega. -contestó Cassiel, eligiendo sus palabras con cuidado para evitar revelar la verdadera naturaleza de su pérdida de control.
-Te entiendo. -dijo Leonor, dándole un golpe amistoso en el hombro. -Parece que tenemos algo en común.
Mientras tanto, Catherine, recostada contra un pilar, observó algo en el techo: una escultura con forma humana, cubierta de pelaje y con cabeza de jabalí, que señalaba hacia el centro de la iglesia. Allí, dispuestas en un círculo, había seis jarras de oro, plata y bronce, cada una con inscripciones en latín. Aunque todas eran resplandecientes, una jarra de bronce capturó particularmente su atención. Con cautela, se acercó a ella, sintiendo una atracción inexplicable. Al tocar la jarra, una quemazón se extendió por sus palmas, recorriendo sus venas como fuego líquido. Reteniendo sus manos sobre la jarra, esperó, familiarizada con esa sensación abrasadora.
La energía ardiente ascendió hasta su pecho, donde reaccionó con su collar, transformando la obsidiana oscura en una piedra roja y brillante. Simultáneamente, las inscripciones en la jarra cobraron vida, iluminándose con un fulgor azul turquesa.
Catherine, sintiendo la energía palpitante recorrer su cuerpo, comenzó a comprender el texto grabado en la jarra: "La luz extinguida, dominio a través de las sombras, reino eterno"
Con una mezcla de asombro y determinación, levantó la jarra por encima de su cabeza y leyó en voz alta el texto en latín:
-Lux exstincta, dominatio per umbras, regnum in aeternum.
Al pronunciar estas palabras, una de las paredes de la iglesia, oculta tras una estatua, empezó a temblar violentamente, provocando que la estatua se desplomara y se hiciera añicos. El estruendo alertó a Cassiel y a Leonor, que rápidamente se dirigieron hacia el origen del ruido.
La pared, movida por un mecanismo activado por la magia negra, se giró, revelando un pasadizo secreto. Una luz azul celeste emanaba del fondo del corredor, iluminando su camino. A los lados del pasaje, inscripciones en latín declaraban "capital."
Cassiel y Leonor se acercaron a Catherine, asombrados por el descubrimiento. La niña, aún sosteniendo la jarra, miraba hacia el pasadizo con una mezcla de curiosidad y temor.
-¿Qué hiciste? -preguntó Leonor, su voz teñida de asombro.
-No lo sé, solo... leí las palabras. -respondió Catherine, su mirada aún fija en la jarra y el pasadizo iluminado.
Cassiel examinó el corredor con cautela. -Puede ser un atajo -dijo Catherine, emocionada por el descubrimiento.
-O una trampa. -comentó Cassiel, observando el pasadizo con desconfianza.
Catherine, bajando la jarra, miró hacia Cassiel -¿Entramos? -Cassiel asintió lentamente. -Solo no te salgas de mi vista. No sabemos qué nos espera al otro lado.
Leonor, al llegar a la escena, quedó paralizada ante la vista del pasadizo bañado en luz azul celeste. Ese color, para ella, era sinónimo de terror y miseria. Conocía bien el peligro de las motas de polvo suspendidas en el aire, capaces de transformar a los humanos en bestias despiadadas, meros soldados y esclavos de la reina de la tristeza.
-¡Catherine, no! -exclamó Leonor mientras Catherine se adentraba sin temor al túnel, intentando correr hacia la niña para detenerla, pero Cassiel la sujetó firmemente por el brazo, impidiéndole avanzar. Él sabía que cualquier humano que entrara en contacto con esas partículas de magia negra se convertiría en un hundido, pero lo que Leonor desconocía era que Catherine estaba protegida por el collar de obsidiana que llevaba en su pecho.
Confundida, Leonor se volvió hacia Cassiel con una mirada interrogante, mientras él observaba tranquilamente a Catherine explorando el pasadizo. Al voltear, Leonor notó cómo las partículas de magia negra se desvanecían al tocar a la niña.
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Against Myself
Mystery / ThrillerEn las sombras que anticipan el ocaso de la humanidad, "Against Myself" desvela la mística historia de Cassiel, renombrado por su invocadora, el demonio de la soledad y la melancolía, en el ajedrez infernal de reyes afligidos. Abaddon, el autoprocla...