-¿Es seguro? -preguntó Leonor, su voz reflejando incertidumbre.
-No para ti. -afirmó Cassiel.
Leonor, aún confundida, soltó un casco de metal brillante que llevaba atado a la cintura. Estaba a punto de ponérselo cuando Cassiel intervino, arrebatándoselo de las manos.
-¿Qué es eso? Déjame verlo.
-Es un casco encantado, previene que el polvo toque mi piel o entre a mis pulmones.
-¿Encantado? -Cassiel examinó el casco. Aunque si tenía rastros de magia, no protegería a Leonor de las motas celestes como ella creía. Disimuladamente, comenzó a impregnar el casco con su propia magia negra, alterándolo para que realmente pudiera ofrecer la protección necesaria.
-Si... Te servirá, pero no te lo quites ni por un segundo -dijo Cassiel, devolviéndole el casco.
Aunque aún confundida, Leonor se puso el casco y entró en el pasadizo junto a Catherine.
-¿Que hay de ti? -preguntó Leonor a Cassiel.
-Yo estaré bien, tengo mi... máscara. -respondió Cassiel, buscando una forma de no revelar la verdad detrás de su inmunidad.
-Oh, ¿es por eso que siempre llevas ese saco en la cara?
-Ajá... -respondió Cassiel, manteniendo su indiferencia característica.
Ambos entraron sin más preámbulo, adentrándose en un lugar que parecía extraído de un cuento de hadas. El azul celeste que bañaba el pasadizo emanaba una sensación mágica y etérea, transformando cada rincón en una escena de ensueño. Las plantas que brotaban a lo largo del camino crecían de manera extraña, similar a las del bosque; sus formas decaídas y sus tonos apagados parecían reflejar una tristeza profunda, como si empatizaran con el lamento perpetuo del lugar.
-Casi me matas de un susto, niña. -dijo Leonor, aún con el corazón latiendo rápido por la sorpresa.
-Lindo casco -respondió Catherine con un toque de ironía.
Mientras avanzaban, Cassiel observó las inscripciones que marcaban la entrada del pasadizo. -Dice "capital." Podría ser un buen atajo, siempre y cuando no nos preparen una emboscada. -comentó con una voz que denotaba tanto cautela como decisión.
Leonor y Catherine lo siguieron, moviéndose con un entusiasmo teñido de incertidumbre. El pasadizo se desplegaba ante ellos como una vena secreta del castillo, sus paredes cubiertas de relieves y símbolos que contaban historias olvidadas. A intervalos, figuras talladas en piedra emergían de las sombras, sus expresiones distorsionadas por el tiempo y la magia, como guardianes silenciosos de un secreto ancestral.
-Más vale que estemos preparados por si llegara a suceder. -murmuró Leonor, su voz apenas audible sobre el suave eco de sus pasos. La luz azulada jugaba con las sombras, creando formas danzantes que parecían cobrar vida propia, acompañando su avance hacia lo desconocido.
Cada paso les llevaba más profundo en el laberinto subterráneo, donde el aire se volvía más denso y el silencio más pesado. Era como si el propio túnel respirara, un ser vivo que los observaba con curiosidad y recelo, custodiando sus secretos contra intrusos audaces.
Los tres cruzaron el túnel sin mayores complicaciones, gracias a la protección del collar de obsidiana de Catherine y el casco maldecido de Leonor, cuidadosamente alterado por Cassiel. Aunque estaban seguros físicamente, la incertidumbre aún nublaba la mente de Leonor. El túnel, bañado en un azul celestial, estaba tan saturado de magia negra que parecía imposible que hubiera espacio para el aire. -¿Qué estamos respirando? -se preguntaba, mientras la inquietud crecía en su interior.
Sus dudas, sin embargo, se desvanecían al ver a Catherine, ajena a los peligros, jugueteando con las plantas y los escombros del túnel. Leonor observaba, fascinada y confundida, cómo las partículas de magia negra, que habían traído la perdición a tantos, se desintegraban al rozar la piel de la niña.
Leonor, ansiosa por resolver el enigma sobre las personas a las que les brindaba compañía, abrió la boca para preguntar sobre su naturaleza, pero antes de que pudiera articular alguna palabra, fue interrumpida por Cassiel.
-Miren, hemos llegado al final. -anunció, señalando hacia la puerta de piedra que la que terminaba el túnel.
-¡Yo la abro! -exclamó Catherine, corriendo hacia la puerta al final del pasadizo.
La pared junto a la puerta llevaba inscrita la palabra "iglesia", indicando el camino de regreso. Sin embargo, no había ningún mecanismo visible para abrir la puerta.
Catherine investigó la puerta y sus alrededores con curiosidad, palpando cada rincón en busca de una forma de abrirla, pero pronto se rindió. -Debe ser diferente desde adentro. -concluyó.
Leonor, impaciente, intentó abrir la puerta con fuerza bruta, empujándola y golpeándola, pero sus esfuerzos fueron en vano.
-Nunca la abrirás de esa manera. -afirmó Cassiel, sabiendo que estaba sellada con magia.
-Quizás si me ayudaras, podríamos. -sugirió Leonor, entre el esfuerzo y la frustración.
Cassiel se unió a ella en un simulacro de empuje, pero en realidad estaba canalizando su magia hacia la puerta. Con un sutil gesto, activó el mecanismo interno, y la puerta se abrió como si la fuerza bruta hubiera surtido efecto.
-¿Ves? Trabajo en equipo. -dijo Leonor, creyendo en la eficacia de su esfuerzo conjunto.
Cassiel volteó a Leonor, observándola a través de su saco.
-Claro. -fue la única respuesta de Cassiel, manteniendo su habitual estoicismo.
Al otro lado de la puerta, se encontraron en un viejo sótano, las telarañas conectando cada esquina como hilos de un tejido olvidado. Cajas vacías y tablones de madera se esparcían por el lugar, y la humedad y el polvo llenaban el aire, creando un ambiente de abandono y desolación. Al otro extremo, la luz se filtraba a través de los bordes de una rejilla, sugiriendo una salida. Cassiel se adelantó, evaluando la seguridad del camino.
Las cajas que obstruían la rejilla cedieron fácilmente ante la fuerza de Cassiel. Al salir, se encontraron en un callejón oscuro, una vía de escape oculta y segura. Leonor, con su mapa en mano, intentaba orientarse, mientras Cassiel exploraba cautelosamente el área.
-¿Dónde estamos? -preguntó Catherine, uniendo su curiosidad a la de Leonor.
-Justo donde necesitamos estar. -respondió Cassiel, mientras ellas observaban lo que se extendía más allá del callejón.
A su izquierda, se alzaba el palacio de la capital, la morada de la reina Tristitia. Era una estructura majestuosa, vestida en oro y mármol azul, con una cúpula imponente en su cima. El palacio irradiaba una aura clara y serena, contrastando con la turbulencia que lo rodeaba.
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Against Myself
Mystery / ThrillerEn las sombras que anticipan el ocaso de la humanidad, "Against Myself" desvela la mística historia de Cassiel, renombrado por su invocadora, el demonio de la soledad y la melancolía, en el ajedrez infernal de reyes afligidos. Abaddon, el autoprocla...