LA DANZA DEL SIGILO

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Mientras Cassiel desataba su furia en el patio, Leonor, con Catherine a su lado, se adentraba en las sombras del palacio. Su misión era una danza de sigilo y precisión. Se movía con la gracia de una sombra, esquivando la atención de los guardias. Estos seres flotantes, bañados en un resplandor celeste y brillante, representaban una amenaza aún mayor por su naturaleza etérea, lo cual hacía esencial evitar ser detectados. Cualquier confrontación directa con estas criaturas sería fatal, especialmente con la responsabilidad adicional de proteger a Catherine.

Leonor evaluaba cada movimiento, cada paso con meticulosa atención. Su respiración era tan suave que apenas perturbaba el aire, y sus pasos tan ligeros que ni el suelo parecía notarlos. Los guardias flotantes, perdidos en su propia vigilancia, no notaban la presencia acechante de Leonor.

Cada vez que un guardia se desviaba de su ruta o se giraba, ella aprovechaba la oportunidad para avanzar, moviéndose con una agilidad que desafiaba el ojo humano. Catherine, siguiendo sus indicaciones al pie de la letra, se mantenía cerca, imitando sus movimientos con una concentración intensa.

En el silencio casi sepulcral del palacio, solo el leve sonido de las ropas de Leonor rozando el aire acompañaba su avance. Se sentía como una intrusa en un mundo suspendido, un lugar donde el tiempo y la vida parecían haberse detenido.

Poco a poco, y con una paciencia implacable, Leonor fue eliminando a los guardias uno a uno. Cada encuentro era breve, un susurro de muerte antes de que el guardia cayera al suelo, sin emitir más que un murmullo. Aprovechando los rincones oscuros y los puntos ciegos, se deslizaba como un fantasma entre ellos, su daga encontrando su objetivo con una eficacia letal.

Con el palacio finalmente libre de enemigos, Leonor se movió rápidamente hacia la puerta principal, ansiosa por reunirse con Cassiel. Al abrirla, la escena ante ella era una de caos y violencia. Cassiel, sumido en una locura frenética, aún combatía con una furia implacable, su khopesh manchado con la sangre de innumerables enemigos.

En un destello de lucidez, provocado por el sonido de la puerta abriéndose, Cassiel dirigió su mirada hacia Leonor. Justo en ese instante, ella emitió de nuevo aquel silbido agudo y penetrante, una señal previamente acordada entre ellos. Reconociendo la señal, Cassiel reaccionó con una velocidad y fuerza sobrehumanas. Como una exhalación, atravesó la distancia que lo separaba de la puerta, abriéndose paso entre los desconsolados que aún lo rodeaban.

Cada movimiento de Cassiel era una tempestad de violencia, una demostración de su poderío y habilidad en combate. Los desconsolados caían uno tras otro, incapaces de detener su avance imparable. En cuestión de momentos, había alcanzado la puerta, dejando tras de sí un rastro de destrucción y muerte.

Leonor, al verlo acercarse, notó la intensidad en sus ojos, un reflejo de la batalla interna que libraba entre su naturaleza sanguinaria y su voluntad. Era claro que, aunque la locura lo había consumido durante el combate, aún conservaba un resquicio de control, suficiente para responder a su llamado.

Una vez que Cassiel cruzó el umbral, Leonor empleó toda su fuerza para cerrar la puerta tras él. Sabía, sin embargo, que simplemente cerrarla no sería suficiente para mantener a raya a los desconsolados. Del otro lado, se escuchaban los sonidos de su desesperación: empujones frenéticos, rasguños en la madera y gritos ahogados. Leonor, con la espalda contra la puerta, luchaba por mantenerla cerrada ante la embestida implacable.

-Tú ve rápido, yo voy a contenerlos aquí. -gritó Leonor, su voz resonando en el amplio vestíbulo. Pero al girarse, se dio cuenta de que Cassiel ya no estaba a su lado. Había partido, corriendo con una furia ciega, apurándose para encontrar a la reina antes de perderse por completo en su locura. Aprovechaba los últimos vestigios de su raciocinio, conocedor de que cada momento contaba.

Catherine, por su parte, no se quedó inmóvil. La niña, con determinación, comenzó a buscar en la sala objetos pesados que pudieran ayudar a Leonor a bloquear la puerta. Arrastró muebles y cualquier cosa que encontró a su alrededor, apilándolos contra la entrada para fortalecer la barrera improvisada.

Leonor, mientras tanto, mantenía una vigilancia tensa, escuchando los sonidos del otro lado de la puerta. Los desconsolados no desistían; su furia se palpaba a través de la piedra y la madera, que comenzaban a ceder bajo su insistencia.

-Rápido, Catherine. -instó Leonor, ayudando a la niña a empujar una pesada estantería hacia la puerta. -Tenemos que asegurarnos de que Cassiel tenga todo el tiempo que necesite.

Juntas, lograron erigir una barricada precaria pero efectiva. Por el momento, parecía que la puerta resistiría, dándoles un respiro momentáneo en la lucha constante por la supervivencia.

Con la puerta asegurada de forma provisional, Leonor se permitió un breve momento para recuperar el aliento. Sabía que la batalla más dura aún estaba por venir, y que cada segundo que pasaba, Cassiel se acercaba más a su objetivo final: la reina Tristitia. En el silencio tenso del palacio, solo el eco de los pasos de Cassiel en la distancia y los golpes sordos de los desconsolados contra la puerta marcaban el ritmo de una espera cargada de incertidumbre y expectación.

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⏰ Última actualización: Feb 16, 2024 ⏰

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