LA CUEVA RESPIRA

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Cuando la criatura se aproximó lo suficiente a la caja donde se ocultaba Catherine, su horrenda apariencia quedó al descubierto. Era un hombre, o al menos lo había sido alguna vez, raíces envolvían todo su cuerpo, y su piel se desprendia en forma de pétalos carnosos, que dejaban ver su carne putrefacta y sus huesos astillados. Estos pétalos se hacían más grandes y abundantes a medida que ascendían por su cuello, hasta cubrir por completo su cabeza, que había perdido toda forma humana. En su lugar, había una masa de tentáculos sanguinolentos, que se retorcían y se estiraban, buscando algo que atrapar. El centro de esa masa palpitante ocultaba un potente brillo azulado, similar al de las flores que colgaban del techo de la cueva. Su apariencia era la de una de esas flores, pero deformada y monstruosa. Dos más como él aparecieron, pero uno lucía diferente, pues la flor que reemplaza su cabeza parecía tener una boca y el brillo de su cristal irradiaba desde su pecho. Este iba detrás, y su paso parecía más erguido y derecho en comparación de los otros dos seres, los cuales caminaban con torpeza y melancolía. Catherine estaba petrificada mientras las criaturas se acercaban y la llamaban con su propia voz, que sonaba distorsionada y maliciosa.

Catherine sabía que tenía que escapar, pero no sabía cómo. Miró alrededor por la pequeña abertura de la caja medio cerrada, y observó unos dibujos en la pared opuesta a ella. Los dibujos representaban a las flores, pero con distintos tamaños y formas. Algunos eran más grandes que otros, y algunos tenían más pétalos que otros. Junto a los dibujos, había unas palabras grabadas en la pared, que se repetían y se esparcían alrededor de las flores. "Auris" decían las palabras, una y otra vez, en todas partes.

Catherine siguió las palabras con la mirada, hasta donde la vista en la caja le permitía, hasta que notó una frase escrita con más cuidado, que contrastaba con el resto. "La cueva respira" decía la frase, con una letra elegante y curva. Catherine quedó impactada por la frase, y sintió un escalofrío. En un momento decisivo, su mente se aclaró, y comprendió el significado de todo. Pero sus pensamientos fueron interrumpidos por esa sensación helada que se metía en sus venas y subía por su espina.

—Sé que estás ahí... —le dijo la criatura con su voz retorcida mientras se acercaban. Catherine quedó paralizada, estática, sin atreverse a mover. Unos segundos de distracción mientras veía las paredes les había dado suficiente tiempo a las criaturas para acercarse tanto que sin darse cuenta ya estaba frente a la caja. Dos de la criaturas siguieron su paso tambaleándose, hasta que se alejaron en la distancia de la oscuridad, mientras que la otra, la que parecía ser el líder, se mantuvo quieta, justo delante de la caja donde se encontraba Catherine. La criatura miraba a su alrededor con euforia, mientras sus horripilantes tentáculos se estiraban en búsqueda de la niña. Parecían la lengua de una serpiente, pues vibraban mientras se movían alrededor y por encima de la caja donde se encontraba ella. Catherine estaba aterrorizada, y apenas podía respirar. Mientras miraba a la criatura, inconscientemente tragó saliva e hizo un pequeño suspiro. El sonido fue insignificante, mínimo, apenas ella pudo escucharse a sí misma, pero por alguna razón todos los tentáculos reaccionaron y la criatura volteó hacia ella.

—Te encontré —dijo, antes de usar sus tentáculos para hacer un barrido hacia la caja, destrozándola y expulsando a Catherine fuera de ella. El golpe la arrastró por el suelo y le quitó el aire, pero no perdió la vista de la criatura mientras pensaba qué hacer. Estando en el suelo, notó los pies de la criatura mientras se acercaba a ella. Uno de sus pies se mantenía conectado al suelo a través de raíces, mientras el otro avanzaba. Luego, las raíces se volvían a pegar al suelo, y las del pie de atrás se separaban. Así, la criatura caminaba con sus raíces siempre conectadas al suelo. Los pensamientos de Catherine se aclararon, y todas las piezas se unieron en su cabeza. El parecido que tenía con las flores del techo, su capacidad auditiva, la frase "la cueva respira". Todo empezaba a tener sentido.

Ella miró a su alrededor y divisó una barra de metal en el suelo, pero cuando la intentó agarrar la criatura extendió uno de sus tentáculos, y lo enroscó alrededor del tobillo de Catherine, haciéndola caer al suelo. Catherine sintió el dolor y el miedo recorrer su cuerpo. La criatura la arrastró hacia ella, se inclinó y abrió todos sus tentáculos y su boca, exponiendo su fuerte y cegador resplandor azul desde la profundidad de su pecho. Catherine vio el resplandor, y se quedó hipnotizada. El resplandor emanaba el poder de la magia negra de Tristitia, y buscaba transformar a Catherine en una de las flores. Catherine sintió que su voluntad se debilitaba, y que su mente se nublaba. Estaba a punto de rendirse, vió todos los recuerdos de su familia pasar por sus ojos y la sangre que pasaba por sus venas cambiaba a un tono azul celeste. Pero estos recuerdos no la entristecieron sino que la enfurecieron y algo en específico paso por su mente, ese momento cuando estuvo en el lago y sintió una profunda y desesperante soledad al recordar la canción de su madre; esto hizo que el collar con el poder de Cassiel se iluminara y llenara de poder. Catherine con la poca voluntad que quedaba sobre su cuerpo logró difícilmente poner la mano encima del collar; este hizo que recuperara todos sus sentidos y su piel perdiera esa tonalidad azulada, un suspiro le dio la energía suficiente para apartar la mirada del resplandor y con determinación se volteó, se sostuvo de las vías abandonadas y se impulsó para agarrar la barra de metal.

Con la barra en la mano, Catherine se enfrentó a la criatura, que la miraba con sorpresa y rabia. Catherine sabía que tenía que usar su ingenio y su valentía para vencer a la criatura, que era más grande y fuerte que ella. Catherine recordó lo que había visto en la pared de la cueva, los dibujos de las flores y la palabra "auris". Comprendió que esas palabras no eran solo un nombre, sino que además significaban "oído" en latín, y que se referían a las flores. Catherine dedujo que las flores eran sensibles al sonido, y que podía usar eso a su favor. Empuñando la barra con firmeza, Catherine asestó un golpe feroz a las vías metálicas, lo más cerca posible de los tentáculos que aprisionaban su tobillo. El estruendo del metal contra el metal resonó por toda la cueva, creando un chirrido insoportable que le taladró los oídos. Las flores que adornaban las paredes de la cueva reaccionaron al ruido, y se abrieron de par en par, dejando escapar un fulgor azulado que iluminó el lugar. La criatura soltó un alarido de dolor, y aflojó su agarre sobre Catherine. Ella aprovechó ese instante, y se liberó de los tentáculos, que se retorcían y se contraían. Ella siguió golpeando las vías con furia, viendo cómo la criatura se contorsionaba, y cómo sus tentáculos vibraban, temblaban y se sacudían alrededor, buscando golpearla para detenerla. Pero ella esquivaba los ataques como podía, y seguía golpeando las vías, hasta que el brillo de las flores se hizo tan intenso, que sus cristales internos no pudieron soportarlo, y se rompieron, creando una onda expansiva que sacudió la cueva. La criatura gritó de nuevo, pero esta vez fue un grito de agonía. Todos sus tentáculos y su boca se abrieron de par en par, y dejaron ver el orificio donde guardaba el cristal que le daba vida.

El cristal palpitaba débilmente, y se apagaba poco a poco

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El cristal palpitaba débilmente, y se apagaba poco a poco. La criatura se arrancaba la piel que colgaba de su carne como pétalos, con sus propias manos, en un intento desesperado de aliviar su sufrimiento. Catherine se acercó a la criatura moribunda, llena de furia y de coraje. Usó la misma barra de metal para darle un golpe en la pierna, haciendo que la criatura cayera de rodillas. Luego, le dio otro golpe en el pecho, que la tiró al suelo. Finalmente, se paró encima de la criatura, y con un último impulso, le dio un golpe mortal en el cristal, haciéndolo pedazos y apagando su luz. Así, la criatura dejó de moverse, y de vivir.

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