Cassiel y Catherine abandonan el pueblo, adentrándose en la dirección de la estatua de Tristitia. A medida que avanzan, se sumergen en un bosque envuelto en una niebla tenue pero luminiscente, que baña todo en un resplandor azul celeste. El ambiente, etéreo y melancólico, revela una flora sumida en la desolación; el pasto, alto pero caído, yace sin fuerzas, y las ramas y hojas de los árboles se inclinan hacia el suelo en un gesto de rendición. Catherine, con ojos llenos de asombro, contempla este reino de cuentos de hadas, donde destellos flotantes en la neblina parecen luciérnagas danzantes. Sin embargo, cada vez que intenta alcanzar uno, este se oscurece, se apaga y se desvanece ante su toque.
—¿Por qué no las puedo agarrar? —pregunta inocentemente.
—Son cúmulos de magia negra. Si te tocan, te consumirán hasta destruir tu mente y alma. —advierte Cassiel con frialdad.
Catherine retrocede, alarmada por la omnipresencia de la amenaza.
—Pero el collar evita que eso suceda. —añade Cassiel, asegurándo su protección.
Ella suspira aliviada, acariciando el collar con su mano izquierda.
De repente, un grito desgarrador emerge de la niebla, transformándose en un llanto que resuena con una desesperación abrumadora. Catherine retrocede, paralizada por el miedo, mientras Cassiel desenvaina su khopesh, impregnado de magia negra, y avanza con determinación.
—No te quedes ahí parada. —ordena Cassiel, su voz impasible.
—¿Por qué? —balbucea Catherine, su voz temblorosa.
—Porque nos están rodeando.
Los arbustos se agitan, las ramas se quiebran y el llanto se intensifica, acercándose lentamente. Una figura emerge de la maleza y la neblina, deteniéndose para observarlos con una mirada fija y desolada.
La figura estalla en un llanto aún más fuerte, como si llamara a otros con su dolor.
—Escóndete. —susurra Cassiel con urgencia.
Catherine se oculta en un arbusto, espiando a través de un hueco, expectante.
Los desconsolados, seres que encarnan la tristeza en su máxima expresión, emergen de entre la vegetación. No son meros humanos, sino cáscaras vacías impregnadas de magia negra y el sufrimiento de Tristitia. Sus pieles, de un tono azul pálido, se desprenden en jirones, revelando un fluorescente púrpura palpitante en las zonas expuestas. Con escasos cabellos en sus cabezas y rostros marcados por el dolor, derraman lágrimas incesantes, ocultando sus semblantes entre sus manos y brazos, avergonzados de ser vistos en su aflicción. Se movían con torpeza, intentando rodeando a Cassiel.
Cassiel calcula rápidamente; son siete, y hay más llantos en la distancia. A pesar de su confianza en enfrentarlos, su prioridad es proteger a la niña. Él observa su brazo extendido y, con un gesto fluido, invoca a un cuervo desde las sombras de su saco. La criatura se posa en su mano antes de volar hacia Catherine, donde se mantiene vigilante en el arbusto, protegiéndola.
Los desconsolados, seres que destilan tristeza y desesperación, se acercan cada vez más, sus lamentos y gritos llenando el aire. Cassiel no puede esperar más; ataca al más cercano con una velocidad sobrenatural, levantando polvo y agitando la vegetación. Su khopesh se hunde en el pecho del ser, y en su intento de cubrirse el rostro, también pierde un brazo. El desconsolado cae de rodillas, llora por última vez y se desploma.
Cassiel se sumerge en la batalla, su espada corta a través de la carne como si fuera aire, desmembrando a los desconsolados con una destreza demoníaca. Se siente poderoso, cada alma que libera se une a él, fortaleciéndolo. Se deja llevar por la euforia del combate, olvidándose de todo excepto la sed de matar.
Pero entonces, la llamada de su cuervo lo saca de su trance. A través de los ojos de la criatura, ve a Catherine, ajena al peligro que se cierne detrás de ella. El canto del cuervo la alerta, y al voltear, intenta huir del desconsolado que se aproxima. Pero es demasiado tarde, la criatura está demasiado cerca.
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Against Myself
Mystery / ThrillerEn las sombras que anticipan el ocaso de la humanidad, "Against Myself" desvela la mística historia de Cassiel, renombrado por su invocadora, el demonio de la soledad y la melancolía, en el ajedrez infernal de reyes afligidos. Abaddon, el autoprocla...