TW: la autora ha decidido explicar cómo se conduce una moto sin haber visto una en su vida. La información está sacada de internet, perdón si hay errores.
El timbre de mi casa suena mientras estoy peinándome en mi cuarto. Bajo las escaleras para abrir, pero mi padre se ha adelantado. Eso nunca puede ser bueno.
Darien está parado en la puerta, siendo cruelmente analizado por John Weiss. La nieve pinta el cielo esta noche.
—No serás tú el chico que le ha hecho un chupetón a mi hija, ¿verdad? —se acerca amenazante.
Darien pone una sonrisa traviesa que me indica que está a punto de soltar una barbaridad, así que me veo obligada a interrumpir.
—Papá —él se gira abruptamente hacia mí, todavía molesto—, ¿por qué no vas a ver que está haciendo mamá?
—¿Y perder la oportunidad de amenazar a este chico? Jamás.
Resoplo, enfadada. Entonces, mamá entra en escena, robando mi oportunidad de ponerla como excusa. Ella sale de la cocina con un trapo en la mano y, en cuanto se percata de las intenciones intimidatorias de mi padre, lo golpea con el paño.
—Dijimos que seríamos más permisivos, ¿o acaso lo has olvidado ya?
—Yo jamás dije tal cosa. —desde el otro extremo, veo a Darien aguantándose la risa.
—¡Pero si fuiste tú quien lo sugirió! —mamá ataca de nuevo con el paño de cocina— Me dijiste: "Meredith, no puedes ser tan estricta a con tu hija."
Me llevo las manos a la cabeza cuando veo que papá va a replicarle. Si no freno esta locura a tiempo, esta noche no podré salir.
—Mamá, papá —los paso por un lado para salir a la calle, junto con Darien—, nos vemos esta noche.
Papá abre la boca para rechistar, pero tomo el pomo de la puerta y la cierro antes de que pueda avergonzar a Darien con sus amenazas vacías de padre protector.
Una vez pasado el peligro, suspiro y me vuelvo hacia él sólo para darme cuenta de que está examinando el chupetón en mi cuello con una sonrisa malévola. Lo golpeo, haciéndolo retroceder.
—Ya te vale.
Él se encoge de hombros y camina hasta su moto.
—Yo creo que el morado te sienta de maravilla.
Muerdo mi lengua con fuerza para no insultarlo esta noche. Hago el amago de subir a la moto, sin embargo, él me hace frenar poniendo una de sus manos en mi cintura.
—¿Qué haces? —cuestiono, confusa.
—Ha habido un ligero cambio en los acontecimientos.
—¿A qué te refieres?
—Hoy no conduciré yo.
—¿Iremos andando? —lo miro como si le hubiese salido un tercer ojo en la cara.
—No —se sienta en mi lado—, conducirás tú.
Mi primera reacción es soltar una carcajada seca que sale desde dentro de mí, pero mi semblante se torna incrédulo cuando veo la seriedad con la que me está mirando.
—¿No estarás hablando en serio?
—Por supuesto.
—¿Has perdido la cabeza? No sé conducir este trasto, además, es ilegal.
—No es ilegal si no nos pillan.
—Ya, ¿y cómo te va con eso?
Me arrepiento de mis palabras cuando su rostro decae con algo de tristeza.
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De corazones rotos y otros desastres ©
RomanceUna competición, un día de lluvia y un conductor en absoluto prudente es todo lo que se necesita para hacer que salten las chispas del odio..., ¿o quizás del amor? Portada realizada por: @Thera_mis.