Había tenido que secar mis lágrimas en el baño y ocultar los rastros con algo de maquillaje. Beatrice no ha sido indulgente hoy conmigo, no. Me ha presionado hasta que no he podido más, hasta que he tenido que desahogarme sola en un mugroso cubículo.
Ahora, espero sentada en una acera a que Darien me recoja, sin ningún tipo de ánimo. Observo el cielo encapotado, sintiéndome identificada con él de alguna manera, melancólica, abatida.
En tan sólo unos segundos, el coche en tonos perla de Darien aparca frente a mí, esta vez sin salpicarme. Trago saliva cuando compruebo que sus amigos ya se hallan dentro, observándome mientras camino hacia ellos.
Uno de ellos, moreno de tez blanca y complexión delgada, baja del auto y me deja pasar. Ahora mi miedo se ha triplicado al cerciorarme de que iré en el medio.
El chico me sonríe, yo se la devuelvo y sin pensarlo mucho más, me adentro. El cálido interior me recibe como una grácil caricia.
—Hola de nuevo, chica desastre.
Tuerzo mis labios en respuesta, nada contenta con su horrible apodo para mí.
—Hola. —respondo tímidamente hacia los demás, que me saludan de igual manera.
El vehículo está conformado por cuatro personas: Darien, una chica rubia que va a su lado y dos chicos más, el moreno y otro castaño con la cabellera rozando su mentón.
—Me sorprende que una chica tan guapa te haya dicho que sí a ti, Darien. —se burla el de pelo cobrizo a mi lado.
El aludido le dedica una mirada molesta por el retrovisor. En ese momento, la chica se gira hacia mí y me analiza lentamente. Cuando termina, suelta un silbido. Yo me sonrojo y me encojo en mi sitio.
—No la avergoncéis —protesta Darien, luego, gruñe—. Ésta es Miley, el de pelo largo y aspecto de vagabundo es Thomas y el callado es Will.
Estoy a punto de responder cuando Darien toma la curva como si estuviéramos en Fórmula 1.
—¡Afloja, loco! —brama Miley.
—Lo tengo todo bajo control. —contesta sin mirarla.
—Conduce como un demente. —mascullo yo, algo tímidamente todavía.
—Eso es porque no lo has visto conducir una moto. —habla Will por primera vez.
Mi mirada curiosa se desplaza hacia el rubio, que fulmina con la mirada al moreno, como si hubiese dicho algo prohibido o secreto.
—¿Tú sabes conducir motos? —la sorpresa se hace palpable en mi voz.
—Por supuesto —responde Miley—, y lo hace mejor que nadie.
—Ya vale. —corta él, sin llevar su usual sonrisa pintando sus labios.
Frunzo el ceño, confusa ante su actitud.
—Tengo curiosidad —añade Thomas, cambiando el tema para evitar un momento incómodo—, ¿cómo os conocisteis vosotros dos?
Unos segundos más tarde, me percato de que se refiere a Darien y a mí, pero para cuando voy a tomar la palabra, él se me adelanta.
—Verás, ella estaba sola y desamparada —su mirada a través del espejo es un reto—, yo hice una entrada triunfal...
—¡No fue así! —lo interrumpo, indignada.
—Será mejor que lo cuentes tú. —pide Miley, sonriendo levemente.
Me doy cuenta de que me empiezo a sentir cómoda con ellos, aunque no los conozca demasiado. Siempre he sido introvertida y me preocupaba no saber qué decir o cómo actuar frente a ellos. Pongo una leve sonrisa en el rostro antes de comenzar, Darien me observa fascinado, alternando sus ojos entre la carretera y yo.
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De corazones rotos y otros desastres ©
RomansUna competición, un día de lluvia y un conductor en absoluto prudente es todo lo que se necesita para hacer que salten las chispas del odio..., ¿o quizás del amor? Portada realizada por: @Thera_mis.