capítulo 5.

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Estaba de regreso a casa después de ese
<< excitante >> beso que tuve con Bill.

Todo el camino me la pasé pensando en él desde que salí de su casa, hasta donde estoy ahora, y sigo pensando en él.

Fué hasta muy difícil despegarme de él, estábamos tan unidos, que por un momento creí que no lograría escapar de sus dulces labios.

Al llegar a casa, encontré el auto de mamá estacionado en el garaje, lo más seguro era que ya había regresado, además se podía oler un delicioso aroma desde donde estaba.

Genial, había llegado justo a tiempo, porque la comida ya estaba lista. Saqué las llaves de mi bolsillo para abrir la puerta.

No podía esperar para contarle sobre esa gran cena que se nos ocurrió, mejor dicho, que se le ocurrió, porque la idea fue de Bill.

Espero que no me pregunte que más hicimos, porque no tenía muchas ganas de decirle que casi lo mato, y no tenía que contarle lo de los besos.

Eso se lo contaría muy pronto, aún no , solo cuando fuera el momento.

Entré por la puerta y volví a cerrarla.
Me di un vistazo en el espejo de la entrada.

Mi beso con Bill había sido tremendamente loco y excitante, que me había dejado despeinado, con la camisa medio abierta, el cierre del pantalón abierto, con las rastas medio sueltas, chupetones en mi cuello, y con los labios hinchados.

Di un salto de sorpresa, no me esperaba algo así, me había pasado mucho de la raya.

Bill me dominó completamente.

Me acomodé hasta quedar normal y sin que mis chupetones se noten, y miré la hora para saber cuánto había estado con Bill.

— 2... y... media ¡¡¡ mierda!!! — Me costaba leer un poco la hora, pero lo que sí sabía decir bien, es cuando me enojo.

Mierda.

Había estado unas 6 horas con Bill, y eso que las sentí rápidas. Espero que mamá no sospeche nada.

Me dirigí a la cocina inocentemente a saludar a mi mamá, era increíble que todo este tiempo que ya estuve aquí no se habría dado cuenta.

— Hola mami — la saludé con la mano.

— Tom, que bueno que hayas vuelto, justo a tiempo para el almuerzo, ¿ como te fue? — preguntó con una gran sonrisa en la cara.

— Bueno, todo bien, por poco mato a Bill - se salió de la boca, y yo más sin vergüenza me pongo una mano sobre la cabeza y sonrió. Que estúpido soy.

La sonrisa de mamá desapareció

— ¿¡ Qué hiciste qué !? — gritó preocupada.

Le comencé a contar toda la historia de cómo había pasado la tremenda caída que tuvo Bill en los columpios, le conté que había ido a su casa para curarlo, pero sin contarle lo del beso.

Cuando terminé con toda la historia, empezó a reírse como si fuera lo más gracioso en el mundo.

— No le veo la gracia — dije frunciendo el ceño.

— Sí, perdón, es que me dio risa la forma en que se cayó y rebotó, pero lo que más me dio risa, es que a mí me paso lo mismo con una amiga —

Seguía molesto porque le daba risa la forma en que se cayó, y eso que no me gusto mucho , pero me sorprendí porque le pasó lo mismo.

Me contó de cómo había pasado y fue lo mismo que nos había pasado con Bill.

Eso me puso feliz, porque al menos ella sabía cómo me sentía.

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