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Casi un mes había pasado desde que Cristian y Lisandro habían viajado juntos a Córdoba, y desde aquel momento se habían vuelto prácticamente inseparables. Si bien cada uno vivía en su propia casa, pasaban cada instante que tenían libre juntos. Aunque no hacía ni seis meses que habían comenzado su relación, para ellos se sentía como años, como si se conocieran de toda la vida. A pesar de todas las dudas que Lisandro tenía al principio, Cristian le demostraba constantemente que con él se podía sentir seguro y amado.

Esa cálida noche de noviembre, el grupo de amigos se había reunido por el cumpleaños de Paulo. Habían decidido salir a bailar a un boliche que a Lisandro no le traía recuerdos buenos, ya que allí había conocido a Joaquín. Decidió no pensar en eso para no arruinarse la noche.

Hacía un par de horas que habían llegado, pero el lugar ya estaba repleto de gente y apenas se podían mover, pero el alcohol y las drogas corrían libremente.

Lisandro intentó atravesar la marea de gente como pudo para dirigirse al baño, intentando enfocar su visión en el camino que tenía que recorrer. Todo lo que había fumado y tomado, sumado a los flashes de las luces de colores le dificultaban todo el doble. Es por eso que creyó que se trataba de una alucinación suya cuando divisó un rostro muy conocido entre las personas que estaban dentro del baño. Cerró los ojos y respiró profundo, intentando calmarse y convencerse de que estaba demasiado borracho y que no debía tomarse muy en serio lo que estaba viendo.

Cuando salió del cubículo, se acercó al lavamanos y se miró al espejo, estaba hecho un desastre. Lavó sus manos y mojó un poco su rostro, su pelo y su nuca, intentando bajar un poco la borrachera. A través del espejo lo miraba la persona que había reconocido, que desgraciadamente no era una alucinación.

-¿No me vas a saludar, Lisi?

Escuchar ese apodo le revolvió el estómago. Como una broma pesada del destino, una casualidad perversa había hecho que se encontrara a Joaquín en el mismo lugar en donde lo conoció.

-Hola... -murmuró Lisandro -ya... ya me voy

-No, esperá... -Joaquín se acercó a él peligrosamente e intentó abrazarlo -tomemos un trago al menos ¿cómo estás?

-Te dije que ya me voy -Lisandro se sacó sus manos de encima bruscamente, luchando por respirar.

-Qué lástima... -el morocho sonrió burlonamente -pensé que nos podíamos divertir un poco. Si ya sabemos que no te podés resistir.

Lisandro sintió que le faltaba el aire, le sudaban las manos y se le nublaba la vista. No podía permitir que le agarrara un ataque de pánico allí mismo, no podía dejar que el hombre que lo había arruinado emocionalmente supiera lo que causaba en él.

Se abrió paso torpemente entre la marea de gente pidiendo disculpas por los empujones que propinaba, pero necesitaba llegar a Cristian urgentemente. Un sudor helado le recorría la espalda mientras sentía que las piernas le flaqueaban, pensó que se desmayaba allí mismo cuando encontró a su grupo de amigos bailando despreocupadamente.

-Cr... cris... -tomó a Cristian del brazo, llamando su atención.

Cristian intentó sacarlo a bailar hasta que notó en su mirada que algo no andaba bien. Estaba pálido y helado, a pesar del calor que hacía allí dentro.

-Cris, por favor, sácame de acá -Lisandro murmuró en su oído -por favor, vámonos.

Cristian notó la urgencia de Lisandro en su rostro, su mirada y su voz. Lo conocía y notaba que algo serio le pasaba. Lo tomó de su brazo y con firmeza fue abriéndose paso entre la gente hasta llegar a la salida.

-¿Qué pasó, Lisi? -le preguntó con dulzura mientras se apoyaban en la pared de la parte de afuera del lugar -¿estás bien? ¿es un mal viaje?

-No... no me digas así -balbuceó Lisandro. Cristian lo miró extrañado, era un apodo cariñoso que usualmente usaba con él, no comprendió qué fue lo que le disgustó -dejame sentarme, ahora te explico.

Lisandro se sentó en el suelo e intentó hacer los ejercicios de respiración que usaba cuando le agarraban los ataques de ansiedad. Hacía meses que no tenía uno, pero ya sabía controlarlos. Sólo necesitaba concentrarse. Cristian se sentó a su lado y lo tomó firmemente de las manos para transmitirle tranquilidad.

Tras unos minutos que a ambos le parecieron eternos, Lisandro por fin habló.

-Estaba Joaquín -le tembló la voz al mencionar su nombre -quería... quería... divertirse conmigo -escupió las últimas palabras asqueado.

A Cristian se le desfiguró el rostro. Una expresión de furia lo invadió y tuvo que contenerse para no entrar de vuelta al boliche y desfigurarlo a piñas, aunque curiosamente no conocía su rostro.

-Si me dejás, voy y me divierto quebrándole todos los huesos a ese hijo de puta -Lisandro sonrió, aunque también se preocupó. ¿Estaba de novio con un psycho killer?

-¿Y si mejor vamos a tu casa? -le preguntó, ya con su tono de voz normal -no quiero dormir sólo hoy.

Pidieron un Uber y avisaron en el grupo de amigos que se habían ido porque Lisandro no se sentía bien, pusieron de excusa la borrachera que todos tenían para no tener que dar demasiadas explicaciones, ya que el teñido se sentía culpable y avergonzado.

...

Cuando llegaron a la casa de Cristian, Lisandro se acercó a él para besarlo con pasión e intentar desvestirlo. Su intención era tener sexo para olvidarse del mal momento que habían pasado. Inconscientemente estaba repitiendo eso que tanto lo había lastimado de su relación anterior: solucionar todo con sexo.

-Licha... pará -Cristian lo frenó, intentando separarse de él -no tenemos que hacerlo si no tenés ganas. ¿Podemos hablar de esto? Por favor...

Lisandro se quedó inmóvil, meditando la situación. No estaba acostumbrado a resolver las cosas... hablando.

-Mi amor, en serio... -Cristian lo tomó de las manos dulcemente -me encanta coger con vos, pero no es lo único que me encanta de vos. Y sé todo lo que sufriste.

El teñido sintió que sus mejillas se incendiaban de la vergüenza. Cristian tenía razón.

-Yo sé que no puedo cambiar lo que hizo ese hijo de puta -continuó -pero sí puedo cambiar lo que vivas a partir de ahora. Y ahora estás conmigo, que te amo por todo lo que sos y que no pienso dejar que nadie más te lastime.

-Perdón, Cris... - Lisandro lo miró a los ojos y le acarició el rostro, conmovido- yo también te amo. Pero estoy aprendiendo a sentirme... valorado.

-Mañana cuando estemos sobrios y más tranquilos vamos a coger las veces que quieras -le dijo Cristian provocándole una sonrisa -pero ahora quiero dormir abrazando a mi novio. ¿Puede ser?

Esa noche Lisandro durmió sin pesadillas, sin pánico, sintiendo que en los brazos de ese hombre estaba en el lugar más seguro en el que se podía encontrar. 

Serendipia (Cuti x Licha AU)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora