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 Casi tres semanas habían pasado desde la última vez que Lisandro vio a Cristian. Los días transcurrían lentos, tediosos, con una rutina que le resultaba casi insoportable. En la facultad le estaba yendo peor de lo que debería, ya que entre el agotamiento que le producía su trabajo y la angustia de evitar a sus amigos para no cruzarse con el morocho no podía concentrarse para estudiar. La semana de parciales lo pasó por encima y ahora debía focalizarse en los recuperatorios. Respecto a su trabajo, si bien tenía que soportar los constantes maltratos y desplantes de su supervisor, su compañero Alexis hacía que todo fuera más ameno. Incluso el pelirrojo había pegado buena onda con Nahuel y solían juntarse los tres, por supuesto que estaba al tanto de toda la novela con Cristian.

Durante ese período de tiempo sus amigos no dejaron de insistirle para que asistiera a juntadas, partidos de fútbol, cenas y fiestas, a lo que Lisandro se negaba con la excusa de la facultad y el trabajo. En realidad, como sólo Nahuel y Alexis sabían, estaba huyendo de Cristian. Seguía bloqueado de todas sus redes, aunque él insistía escribiéndole a sus amigos más cercanos para preguntarles el motivo de su desaparición. Lisandro sabía que no iba a poder huir por siempre, inevitablemente en algún momento se cruzarían. Para su desgracia, lejos de ayudar a olvidarlo, la distancia sólo lograba que pensara más y más en él. Lo más cerca de él que estuvo en esas semanas fue una tarde en su trabajo, que le pareció verlo entre la multitud de gente que deambulaba por el shopping. No estaba seguro de si era él, era probable que de tanto pensarlo ya estuviera alucinando.

Un martes por la noche estaba terminando de cenar cuando una notificación en su grupo de amigos lo sobresaltó:

-Che

-Se casa el innombrable?

-[foto]

Alejandro había enviado una foto del hombre que había destrozado el corazón de Lisandro, que posaba muy feliz mostrando un anillo de compromiso con su novia. Comenzó a darle taquicardia y a sudarle las manos.

-Vos sos pelotudo o te hacés Papu? -Enzo le respondió.

-Qué carajo nos importa? Borrá esa mierda -Nahuel se sumó.

-De qué me perdí? -Cristian, o el innombrable número dos, respondió.

Si Lisandro hubiera podido, le hubiera mandado un sicario a la casa de Alejandro. No sólo le refregaba en la cara que todos progresaban en la vida menos él, sino que lo hacía delante de un montón de personas nuevas en el grupo como Cristian, Paulo, Rodrigo, Alexis, Taglia y Lautaro (que se habían sumado al grupo en esas últimas semanas) que no estaban al tanto de una historia que no quería contar. Juntó valor y miró por última vez la foto antes de borrar los mensajes para él. Se rió irónicamente al darse cuenta que ambos innombrables quizás se parecían un poco.

3 años antes

Lisandro lo había conocido en un boliche gay una noche en la que Julián había elegido el lugar para celebrar su cumpleaños. Lo vio en la barra y no pudo evitar acercarse, era un hermoso morocho con una sonrisa perfecta, brazos tatuados y actitud salvaje. Conversaron un poco y terminaron a los besos, así de rápido empezó todo.

Comenzaron a pasar mucho tiempo juntos, pero sin poner etiquetas a su relación: si bien Lisandro estaba enamoradísimo, el morocho insistía en que no necesitaban ponerle títulos a aquello que sentían. Los primeros meses que estuvieron juntos era todo ideal, con citas románticas todas las semanas, pero con el correr de los días la relación parecía enfriarse. El hombre dejó de llevarlo a lugares públicos sin dar ninguna explicación y sólo se veían en sus respectivas casas. A Licha le llamó la atención el cambio repentino, pero supuso que con el tiempo la rutina se imponía en todas las relaciones. Como era la primera vez que salía con un hombre todo era nuevo para él, quizás las relaciones entre hombres podrían ser algo diferentes que con las mujeres. Pero una mañana, todo lo que venía presintiendo estalló en su cara.

Se encontraban ambos en la casa del morocho, durmiendo desnudos bajo las sábanas después de pasar la noche juntos. Lo despertó un grito que provenía de una mujer.

-¡Joaquín! ¿Qué mierda es esto? -gritó la chica tirando de la sábana, exponiendo la desnudez de ambos.

Lisandro atinó a taparse con una almohada, intentando hacerse pequeño y, con suerte, desaparecer.

-Pará, amor, déjame que te explique -Joaquín salió corriendo tras ella

-¿Amor? -murmuró Lisandro- ¿Qué mierda es esto, Tucu?

-No me expliques nada, ya entiendo que este es el puto con el que me estabas cagando -se alejó la chica, dando un portazo.

-Mejor me voy, Joaquín -respondió el teñido, haciendo caso omiso del insulto que le había dirigido la mujer, y de cómo el hombre con el que creía que lo amaba ni siquiera lo había defendido.

-Esperá, Licha. Te lo puedo explicar -el morocho le respondió poniéndose la ropa- Vestite y vamos a hablar.

Lisandro sintió que se le caía el mundo encima. Se le formó un nudo en la garganta y se le llenaron los ojos de lágrimas, pero respiró hondo y tomó fuerzas. No podía permitir que su ¿novio? lo viera llorar. Terminó de ponerse su ropa y se acercó al living de la casa de Joaquín.

-Te escucho -le dijo- y espero que tengas una buena excusa.

-Mirá, no sé cómo pasó -comenzó Joaquín – pero se me fue todo de las manos. Yo te aprecio mucho, Licha, pero la realidad es que hace un tiempo que estoy de novio con Camila. No sabía cómo decírtelo.

Lisandro comenzaba a comprender todo. Los encuentros casi clandestinos, la negación de Joaquín de formalizar su relación... no podía creer como había sido tan ciego. El hombre que amaba lo había estado tomando de estúpido y jugando con él.

-Podrías haber empezado por decírmelo -Lisandro no pudo evitar que las lágrimas rodaran por sus mejillas -te pregunté mil veces qué mierda te pasaba, ¿no podías haber respondido? ¿querías tener al puto disponible para coger?

-Pará, Licha, no digas así -intentó abrazarlo -vos sabés que yo te aprecio.

-¿Me apreciás? Qué linda forma de apreciar tenés, Joaquín -lo apartó de un manotazo- y para vos soy Lisandro. Nunca más en tu puta vida te acerques a mí ni a mis amigos.

Lisandro agarró sus cosas y salió de la casa, sintiéndose la persona más miserable del planeta. Sentía vergüenza de sí mismo, ¿cómo iba a explicarles a sus amigos lo que había pasado? Estaba seguro de que, como mínimo, iban a querer quebrarle una pierna a Joaquín. Entre toda la confusión de lo ocurrido tenía una única certeza: nunca más se enamoraría de un hombre. 

Serendipia (Cuti x Licha AU)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora