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Casi un mes después, Lisandro ya tenía prácticamente todo organizado para su viaje. Su hermano Alejandro se había encargado de conseguirle el vuelo y el hospedaje: el primer mes se quedaría viviendo en un departamento que la empresa cedía a los empleados hasta que pudieran conseguir un lugar para alquilar. Esa era la política de la empresa con los empleados extranjeros, considerando el período de adaptación que llevaba emigrar.

Compartir la noticia con sus amigos no había sido fácil. Algunos, como Nahuel, Paulo y Julián lo alentaban a elegir lo que le hiciera feliz, mientras que otros como Enzo y Nicolás insistían en que huir de todo no sería buena idea. A pesar de que al principio les costó asimilarlo, luego todos terminaron tan entusiasmados que hasta le organizaron una fiesta de despedida.

Cristian, por su parte, estaba destruido. En ese tiempo casi no había visto ni hablado con Lisandro, que provisoriamente se había instalado en la casa de Nahuel hasta que llegara la fecha del viaje. Cruzarse todo el tiempo viviendo bajo el mismo techo sabiendo que pronto tendrían que despedirse era demasiado doloroso para ambos, así que decidieron que lo mejor era evitarse.

Es por este motivo que a Lisandro le resultó sorprendente recibir un mensaje del que había sido su novio dos días antes de su viaje, invitándolo a pasar una última noche con él. Dudó en aceptar, porque temía no poder nunca más separarse de él, pero finalmente aceptó. Lo extrañaba tanto que dolía. No quería ni imaginarse lo que iba a ser tener que despedirse para siempre de él.

Llegó a su departamento a las 21, puntual, como Cristian lo había citado. Lisandro sentía que el estómago le daba vueltas de los nervios, le sudaban las manos y le temblaban las piernas. Parecían los nervios que había sentido en su primera cita, con la diferencia de que esta era la última.

-Pasá, ponete cómodo -bromeó Cristian después de abrirle la puerta, evidentemente nervioso -la cena ya casi está lista.

Lisandro no tenía ni idea de lo que iban a cenar, así que se llevó una enorme sorpresa al descubrir que el otro había preparado las mismas pizzas con forma de corazón que él le había preparado cuando le propuso ser su novio. "Nahuel y la puta que te parió", pensó. Esa receta era de su amigo. Con razón le había insistido tanto para que aceptara la cita.

-Espero que te gusten -dijo tímidamente Cristian poniendo las pizzas sobre la mesa.

...

La mañana siguiente, Lisandro despertó con la luz del sol pegándole en sus ojos, evidentemente había dormido demasiado. Buscó a Cristian del otro lado de la cama, pero estaba vacía. Un delicioso olor a café y tostadas invadió sus fosas nasales, entonces adivinó donde estaba su... Cristian.

-Buen día, dormilón -el morocho ingresó a la habitación con el desayuno en una bandeja -estabas tan cómodo durmiendo que no te quise despertar.

Lisandro sonrió recordando la noche anterior. Habían comido, fumado, tomado y tenido sexo en grandes cantidades. Todo había sido hermoso y lleno de amor, si ignoraba el hecho de que en menos de 48 horas estaría subido a un avión camino a la otra punta del planeta.

-¿Vos me estás intentando manipular para que yo no me vaya? -bromeó el teñido, aunque temía que en el fondo eso fuera cierto.

-Ojalá pudiera -Cristian sonrió tristemente -pero no, sólo quería que disfrutáramos al máximo nuestras últimas horas juntos.

Después de desayunar y ducharse, Lisandro estaba listo para volver a la casa de Nahuel para terminar con los últimos detalles de su equipaje y sus papeles necesarios para el viaje. Para lo que no estaba listo era para despedirse de la persona que todavía tanto amaba.

-Cris, ¿me perdonás? -comenzó -fui muy cobarde y egoísta. Y ahora no hay vuelta atrás.

-No tengo nada que perdonarte -Cristian le respondió, tomando sus manos suavemente -y no sos cobarde, al contrario. Hay que tener unos huevos enormes para irse a perseguir lo que uno sueña, aunque duela.

Por eso lo amaba tanto. Cristian siempre sabía qué decirle para hacerlo sentir mejor. Lo había cambiado, lo había hecho mejor persona. Y no había forma en la que pudiera agradecérselo lo suficiente.

-Gracias... gracias por este tiempo maravilloso que compartimos. Gracias por haberme cuidado y haberme siempre empujado a ser mejor persona. Y gracias por entenderme y respetar mi decisión.

Ambos se abrazaron en silencio, soltando algunas lágrimas de tristeza mezcladas con emoción.

...

Faltaban dos minutos para que el vuelo hacia Madrid partiera, cuando la azafata solicitó a los pasajeros que se abrocharan los cinturones y pusieran sus celulares en modo avión. Lisandro tomó su teléfono para obedecer la orden, cuando leyó el último mensaje que Cristian acababa de enviarle:

-Ojalá encuentres esa felicidad que tanto buscás. Y aunque lo nuestro no haya podido ser, yo te voy a amar por siempre. 

Serendipia (Cuti x Licha AU)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora