— ¿Cómo sabías que estaba ahí? — quiso saber Jimin mientras veía conducir al profesor de Matemáticas. Una vez más estaban viajando juntos en su auto hacia el edificio que compartían.
— No sabía. Solo pasé de casualidad y escuché las voces de esos tres — respondió Jungkook.
— ¿Ah sí? — el rubio lo miró curioso. Aquello no sonaba muy creíble. — Me suena más como que estabas preocupado y me fuiste a buscar — presumió.
— No creas que eres tan especial como para que yo me ande preocupando por ti a ese nivel. Solo tuviste suerte — lo contradijo Jungkook.
— Oye, te juro que no te entiendo. Algunas veces eres bueno conmigo pero la mayor parte del tiempo solo siento que no te agrado para nada.
— ¿Acaso tienes que agradarme para que sea buen compañero contigo?
— No, pero…no sé, eres raro — suspiró Jimin, cansado de intentar comprenderlo.
— ¿Yo soy el raro? Tú viniste a trabajar a una escuela en la que casi te matan dos veces. Dos veces que fuiste salvado por mí, por cierto. Y aún así te quieres quedar. ¿Y yo soy el raro? — rió Jungkook.
— ¿Y por qué me iría? — discutió el rubio. — Unos niños mal portados no van a hacer que yo deje de hacer mi trabajo. ¿Qué clase de profesor sería si me rindiera tan fácil?
— No son niños mal portados. Son delicuentes. Provienen de malas familias. Sobre todo esos tres de tercero, y Jay y Sunghoon van por el mismo camino al juntarse con ellos.
— Siguen siendo niños — insistió Jimin. — No nacieron malos. Claramente las circunstancias de sus vidas los volvieron así. Que sus padres sean unos idiotas no quiere decir que ellos también tengan que serlo. El ciclo se puede romper.
Al oírlo decir eso, Jungkook se giró a verlo. Jimin de verdad lo decía muy convencido. La hacía recordar su pasado y su propia época de estudiante en la escuela.
— ¿Y cuál es tu solución para cambiarlos, eh? — quiso saber.
— Para empezar, conocerlos. Demostrarles que me importan ellos y sus problemas. Y hacerles entender que no estoy en su contra, que solo quiero ayudar y que pueden contar conmigo — explicó Jimin.
— Esa es la cosa. Esos chicos no quieren que los ayuden. Y menos adultos, y menos profesores. Somos lo que más detestan en el mundo. Cuánto antes lo aceptes, menos decepciones te llevarás.
— Ay, claro que no. No es así — lo contradijo Jimin. — ¿Cómo puedes decir eso siendo profesor tú mismo?
— Soy profesor pero realista. Sé cómo funcionan esos mocosos de esa escuela. Los conozco mejor que tú. De todos los que se logran graduar, ¿Sabes cuántos van a la universidad? ¿Sabes cuántos consiguen un empleo digno?
— Me imagino que pocos — se lamentó el menor. — Pero porque nadie realmente los ayuda donde de verdad lo necesitan. Necesitan que alguien les brinde lo que en su casa no les dan.
— Exacto. Y lo que les falta es disciplina — concluyó el pelinegro.
— Sí pero también les falta amor — opinó Jimin.
Jungkook rió. — No me jodas. ¿De qué cuento de hadas saliste?
— No te burles, estoy hablando en serio — se quejó.
— Yo también. Con cariño no vas a lograr nada. No son bebés. Necesitan disciplina, mano dura, y límites. Por eso soy duro con ellos.
— Yo creo que demasiado. Eres muy bruto con ellos, e insultarlos como haces no soluciona nada. Solo lo empeora.
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La teoría del amor - Kookmin
Hayran KurguPark Jimin es un joven profesor de secundaria que después de enseñar en las más prestigiosas y costosas escuelas en Seúl, se ve obligado a mudarse a Busan y a trabajar en una humilde secundaria en las afueras de la ciudad. Allí no solo los estudiant...