Andy
—Por favor, boca abajo. —Obedecí las instrucciones en automático.
Desperté a mitad de la noche sudorosa y con la piel fría, tenía escalofríos y mi cabeza dolía. Mi cuerpo lloraba a mares. Tenía fiebre y conciliar el sueño nunca se había sentido tan difícil en mi vida.
Estoy cansada y sensible.
Antes de llegar al hospital recibí una llamada de mamá.
Me hizo todo tipo de preguntas respecto al día anterior, si diariamente hace mil, cómo ayer no conversamos, esta mañana hizo el doble.
Me vi tentada a decir que me estaba quedando sin cobertura y sólo colgar, pues la culpa de no decirle dónde me encontraba y para qué, me estaba matando.
Además de que decir que no tenía buena cobertura sería otra charla por la cual debería cambiar de teléfono. Así que simplemente la dejé charlar sin más.
—Cuando salgas de la universidad puedes venir. Todas nos vamos a hacer manicura y pedicura y sólo faltas tú, linda. —Casi pude imaginarla haciendo ojitos de cachorrito al otro lado de la línea.
—Claro, cuando salga de la universidad —le respondí distraídamente en una mentira, mirando las puertas de la clínica.
Fueron los quince minutos mas largos de toda mi existencia, en mi corazón, yo sólo quería que mamá colgara.
Creanme cuando les digo que las ganas de contarle a mamá donde estaba y para qué estaban acabando conmigo, me moría de ganas por pedirle que viniera a mi encuentro, que la necesitaba porque tenía miedo.
Pero eso hubiese sido un error escala ocho, no, diez ¡escala mil!
Haría un drama y me reprocharía no haberle dicho antes, vendría y le haría mil y un preguntas a todo el personal del hospital. Sin contar que se vendría toda la familia con ella.
Esa no era una opción viable.
Además, estaba casi segura (en realidad no y eso está matándome) de que todo estaba perfecto, no tenía caso preocupar a mi excéntrica familia.
Pero, si todo estaba bien ¿qué hacía yo en la clínica una vez más?
—Te daremos algo para que te mantengas relajada —explicó una mujer con arrugas que se formaban a cada lado de sus ojos cada vez que sonreía. Su sonrisa trataba de infundirme calma, pero lastimosamente no lo logró—. No es necesario ponerte anestesia general, pero si lo prefieres, no hay problema.
—No, así está bien —accedí porque no tengo idea de lo que está diciendo.
Ya no puedo comerme las uñas, a causa del nerviosismo que hace estragos en mi estómago, porque.
Uno: ya casi no me quedan uñas para comer.
Dos: la posición en la que me encuentro lo haría incómodo y terminaría doliéndome la espalda.
Además me alegro de que no vayan a dormirme completamente, no sabía que le tenía pavor a las salas de operaciones hasta que he entrado en esta.
Y que no vayan a dormir todo mi cuerpo, de algún modo, me hace sentir menos nerviosa, aunque sea contradictorio.
—Te pondremos anestesia en la parte donde haremos la incisión, no te preocupes, será minúscula. Aunque, si sentirás un leve dolor cuando la aguja atraviese tu hueso, ya que es lo único que no podremos anestesiar, ¿comprendes?
Mantengo los ojos en un punto fijo, reposando el peso de mi cara sobre mi mejilla derecha, me abstengo de cerrar los ojos y asiento a la mujer con valentía.
—Todo estará bien —dice y no me da tiempo de responder, pues se marcha de mi lado apenas pronuncia las palabras.
—Todo listo —murmura una voz masculina y escucho una puerta cerrarse.
—Bueno, comencemos —cierro los ojos he intento no pensar demasiado, debo estar tranquila o saldré corriendo de aquí. Siento una punzada aguda en la parte baja de mi espalda y minutos después ya no siento nada. Trago saliva y muevo los hombros.
Tranquila, tranquila.
Por alguna razón, ya no siento la ansiedad recorrer mis huesos como si de fuego ardiente se tratase. Mi respiración se torna acompasada y la camilla dónde permanezco acostada se siente cómoda.
No soy consciente de que ya han comenzado con lo que la doctora dijo que sería la extracción de médula ósea, hasta que un dolor se asienta dentro de mi piel. No, va mucho más allá.
Cierro los ojos.
“Sentirás un leve dolor cuando la aguja atraviese tu hueso, ya que es lo único que no podremos anestesiar”. Las palabras de la doctora vuelven a mí al sentir la molestia en mi área lumbar.
Muevo sólo los hombros e intento mantenerme lo mas quieta posible, pasando por alto el dolor y la incomodidad que me embarga.
Presiono los párpados y en lo único en lo que me permito pensar es en que quiero que esto ya acabe.
Duele.
. . .
Un día después:
Reviso el vendaje y lo presiono sólo un poco con mis dedos, no duele, pero se siente adolorida la parte donde introdujeron la aguja. Me encuentro en la sala de espera. Me darán hoy los resultados.
Ya quiero acabar con esto, verificar que todo funciona perfectamente conmigo y volver tranquila a casa.
Dejo escapar un corto suspiro y reposo la cabeza contra la pared. La pantalla de mi teléfono brilla en mis piernas y acto seguido Lorde Comienza a cantar.
Pau <3 <3
Lo tomo inmediatamente, me hace falta una dosis de Paola para soportar la agónica espera, pero cuando voy a contestar un advertencia de batería 0% aparece y sin más se apaga.
—¡Rayos! —Maldigo por lo bajo y empiezo a buscar mi cargador, pero no lo encuentro en el desastre que es mi bolso.
Debí dejarlo en casa. Miro mi celular enojada, no le dura la batería y se apaga de nada. Quizá sí es momento de hacerle caso a mamá y conseguir uno nuevo.
Resoplo y lo dejo caer en mi bolso, antes de acomodarlo sobre mi hombro. Necesito café, además, serán dos largas horas de espera para obtener mis resultados y saber que todo está perfectamente en mi cuerpo.
. . .
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Antes del Cielo [Wattys 2024]
RomanceAndy Coldwater vive un día a la vez. Una vida tranquila entre estudios, familia, libros y cero amor. Ella intenta tener su lugar en el mundo, aspirar a cambios positivos, convertirse en una escritora famosa, encontrar un buen esposo y quizá, por al...