—Ya hemos hecho esto antes, hijo, —dijo papá—. No dolerá.
—No duele desde que empezó —espeté con sarcasmo—. No es a ti a quien inyectan, no puedes decir que no duele, papá. Porque sí lo hace.
Él me observó con culpa antes de darse la vuelta para regular el flujo.
—Eres un niño valiente. Puedes con esto.
No contesté.
Era mi primer día con el nuevo trasplante, las células de papá habían funcionado bien la primera vez, pero la segunda vez era demasiado trabajo, porque el cáncer estaba demasiado avanzado.
Y si no lo estaba, no le tomó mucho tiempo tomar mis huesos. Mi piel. Mis órganos. Mi vida entera.
Sólo dejó cansancio y ganas de llorar.
La segunda vez que el cáncer vino a mí, no fue una visita amistosa, fue como una bola demoledora.
Ese día mamá no se encontraba en el hospital, ella debió asistir a la empresa a la que trabajaba, era importante y aunque insistió en querer quedarse desde el principio, papá la convenció para que fuera a terminar sus asuntos.
Ella podría quedarse conmigo por la noche y papá estaría por la mañana conmigo, para llevar a cabo el trasplante.
Pero yo sólo quería que llegara la noche para ver a mamá.
Dormiríamos juntos, hablaríamos antes de dormir o podríamos ver una película. Ella dijo que llevaría manzanas para mí.
Pero las manzanas nunca llegaron y mamá tampoco.
Recuerdo que era un día lluvioso y aunque era de tarde, poco más de las seis, el clima era sombrío, oscuro como el humo.
Gris, mejor dicho.
Era lunes.
Los lunes siempre son nuevos comienzos para las personas. Yo los odio, los lunes significan quimio, análisis, debilidad.
Para desgracia, ese lunes no fue un comienzo. Sino un final.
Me pregunto, si yo no hubiese enfermado, ¿las cosas habrían tenido un desenlace diferente?
Quizá mamá no habría tenido tanto trabajo atrasado por mi culpa.
Y nos quedaríamos en casa, junto a la chimenea que nunca usamos, tomaríamos chocolate caliente y miraríamos las gotas de lluvia bajar silenciosas por el cristal de la ventana
Quizá si mamá hubiese prestado atención al trabajo y no hubiese pasado todos los días conmigo en el hospital, ella no habría tenido que ir de emergencia.
Cuando miré el reloj en la pared, estaba por terminar la sesión y mamá aún no llegaba, comencé a extrañarme. Ella hubiese llamado si algo iba mal.
—Papá…—Llamé bajo—Papá, ¿mamá…?
—Llegará pronto —respondió sin mirarme—. Está listo —desconectó el equipo y se acercó para besar mi frente—. Debes dormir, esto agota.
Ese fue uno de los pocos contactos que recibí de mi padre. Oh, cómo lo extrañé los años posteriores.
Ese día el aire en la habitación era helado y aunque quizá era normal, tenía fiebre y era insoportable.
Me obligué a abrir los ojos y mirar rápidamente el sillón de mamá, tenía la esperanza de encontrarla allí, a mi lado.
Sabía que ella besaría mi frente y preguntaría cómo estuvo mi día.
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Antes del Cielo [Wattys 2024]
RomanceAndy Coldwater vive un día a la vez. Una vida tranquila entre estudios, familia, libros y cero amor. Ella intenta tener su lugar en el mundo, aspirar a cambios positivos, convertirse en una escritora famosa, encontrar un buen esposo y quizá, por al...