Capítulo 94

11 0 0
                                    


Me duele la cabeza y eso me obliga a despertar.

Me remuevo en la cama, estiro mi brazo, palpando, buscando... Está vacío. Abro los ojos y frunzo el ceño.

Ashton no está.

Anoche nos dormimos algo tarde.

Sí, juntos, pero sólo eso, dormir.

Hablamos de cuanta estupidez se nos ocurrió, hasta que finalmente nos dejamos arrastrar por el sueño.

Tenía la esperanza de poder despertar y contemplarlo dormir, pero mis planes se han frustrado.

Pero no es algo de lo que tenga tiempo suficiente para lamentar, el dolor sigue latente y una sensación de náusea se ha apoderado de mí.

Me levanto con tanta rapidez que me mareo, pero ignoro la sensación, necesito llegar desesperadamente al baño.

Muy buenos días, maldito cáncer, sí, ya sé que estás ahí, no hay necesidad de hacerme levantar de ese modo

Vacío el contenido, casi inexistente, de mi estómago en el inodoro y hago una mueca al divisar machas color rojo en el color blanco de mis fluidos gástricos.

Ya no me alarma cuando vomito y hay sangre, el doctor explicó que es algo normal, normal para la enfermedad... Pero el que sepa eso no quiere decir que sea bueno. Hay  ocasiones donde al escupir también hay sangre, pero es porque me sangran las encías.

Me sobo el estómago y me quedo sentada en el suelo, tratando de recobrarme, con la cara apoyada en la tapa.

Me siendo débil y algo temblorosa, además, correr de la cama al baño no fue el más sutil de los despertares.

Bajo la palanca y me pongo de pie sujetándome del lavamanos.

Me miro al espejo, me veo terrible por la mañana.

Tengo ojeras y he palidecido varios tonos, se me notan los huesos de los pómulos también, un poco mas y pareceré maléfica.

Anoche, para dormir, me coloqué una camisa abotonada mangas largas que conseguí en el equipaje de Ash.

Si él puede revisar mi ropa yo también puedo.

Pero una vez estuvo sobre mi cuerpo él sólo sonrió con dulzura al verme. Luego llenó de besos mi rostro.

Su ropa me va grande, incluso el primer botón no es suficiente para cubrirme.

Tengo una clara vista de los huesos de mi clavícula y los de mi tórax.

Primero hago a un lado el cuello de la camisa y lentamente voy deshaciendo los botones, de arriba hacia abajo, hasta que la sutil curvatura de mis pechos se asoma, cautelosa.

Descubro mis hombros y dejo la camisa caer al suelo sin despegar mi vista de mi demacrado cuerpo, a través del espejo.

Los huesos se me marcan y hay hematomas floreciendo en mis costillas, caderas y en mis brazos.

Las marcas que dejan las agujas.

Me contemplo desnuda frente al espejo, por segundos que se me hacen eternos.

No soy ni la sombra de lo que era al inicio del año... Pero al menos sigo con vida.

Quizá no en las mejores condiciones, pero sigo respirando.

Eso es lo que trato de recordarme cada día.

Un suspiro brota de mis labios y sin ganas de seguir contemplando mi pálido reflejo, entro a la ducha.

......

—Debería despertarla, se enfriará el desayuno —escucho la voz de Ash cuando me acerco a la cocina.

—Tiene razón, debe despertarla —le responde Amanda, me quedo detrás del umbral de la cocina para no interrumpir, ninguno se ha percatado de mi presencia, están de espaldas a mí.

—Son las nueve de la mañana —lo observo revisar su reloj—. Quiero que descanse, nos dormimos tarde anoche.

—Pero será sólo para comer —titubea Amanda.

—No puedo hacerla exceder —habla él, pero se reprocha a sí mismo
—. Ya la dejé emborracharse —se despeina el cabello—. No debí hacer eso.

—No me imagino a la señorita Andy con su cara de ángel, borracha.

—Ah, créeme, Manda, que si no lo hubiese presenciado con mis propios ojos, tampoco me lo hubiese imaginando —suelta una risita.

—Debió ser de los más divertido —ríe ella.

—Lo fue, pero no está bien, Andy está... —Traga—. Es más frágil de lo que parece.

Me aclaro la garganta y hago mi entrada.

Ambos me miran, pero Ashton me observa interrogativo, preguntándose cuánto tiempo debí estar detrás de ellos.

Me hago la desentendida y saludo a Amanda con un abrazo.

La arruga en medio de las cejas de Ashton se desvanece cuando rodeo su cuerpo con mis delgados brazos y beso su mejilla, muy cerca de sus labios.

Un "awww" llena el espacio y ambos volteamos a ver a Amanda, que luego se aclara la garganta para disimular.

—Yoo... Eh... Ejem, iré a ver si nuestra gallina puso —y sale pitando de la cocina.

Nos reímos.

—No tenemos una gallina —agrega Ash, con sus manos en mi cintura, inclina un poco su cabeza y besa castamente mis labios—. ¿Tienes hambre?

—Te comería si pudiera —hago un mohín y el ríe—. Muero de hambre.

Y la verdad es que sí. Hace tiempo que no tengo tanto apetito.

—¿Dormiste bien? —Me guía a la isleta y coloca frente a mí un plato hondo con sopa de verduras, pan y en un platito mas pequeño, ensalada. También frutas picadas.

No soy amante de la sopa, pero comeré.

—Sí —omito que me levanté vomitando y con terrible dolor de cabeza y solo desayunamos en silencio.

—¿Te sientes bien? —Pregunta al cabo de un rato.

—Sí... —Titubeo, no porque no lo esté, sino porque lo pregunta de la nada.

—No te sientes cansada o algo... —Me limpio la boca y levanto una ceja. Termino mi comida y él se levanta de inmediato para llevar los platos al lavabo—. Es decir... —sigue, de espaldas.

El agua del grifo ya ha comenzado a correr.

—¿Algo anda mal? —Me levanto y llego a su lado, tomo los platos llenos de jabón y procedo a enjuagarlos

—No, no, solo quiero asegurarme —me sonríe tiernamente y siento que me derrito.

—Estoy perfectamente —imito su gesto.

—Bueno —de pronto parece ilusionado—  Tenemos planes para hoy

—¿Tenemos?

No responde a mi pregunta y cuando terminamos con los platos, sin decir nada, me toma de la mano y nos guía fuera de la casa.

Creo haber escuchado un lejano "diviértanse" de Amanda y de un segundo a otro ya estamos dentro del auto.

—¿A dónde vamos?

—Tu lista no se va a cumplir sola, nena.

—Aún no me recupero de la borrachera —arrugo las cejas y me dejo caer en el asiento.

—Seeee... Esa fue culpa tuya —le doy una mirada de pocos amigos justo cuando el auto se pone en marcha.

—Ya —cruzo mis brazos—. ¿A dónde vamos?

—Es una sorpresa —abro la boca para replicar, pero él alza el dedo a la altura de sus labios carnosos y me pide callar.

Hago un puchero y me hundo el asiento a esperar.

En mi interior sí me gustan las sorpresas.

Antes del Cielo [Wattys 2024]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora