Capítulo 35

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Mi madre presiona mis dedos y una sonrisa cálida surca su rostro, ella quiere parecer fuerte cuando en realidad sé que quiere llorar.

Como lo siento, mamá.

Esta es la cuarta vez que vengo con mamá a que me administren quimio.

Ya llevo dos semanas en casa.

La primera vez, ella insistió en hablar con el doctor, quería informarse lo mejor posible sobre la situación y cuando acabó la consulta, en ella sólo había una mirada llena de tristeza.

Dolor en todo su esplendor, tras una sonrisa que pretendía ser tranquilizante.

La segunda vez nos acompañó papá, ambos estuvieron a mi lado y por alguna razón la quimio no se sintió como la primera.

Aniquilante.

Aunque, la realidad sigue siendo la misma, solo que ahora mis papás me acompañan.

Pero puedo, yo puedo ¿no?

En cada una de mis sesiones, siempre está en la sala el mismo niño de la primera vez.

El de los ojos tristes y azules.

Pero, él lleva más años en su lucha que yo. Es tan pequeño y frágil…

Que triste y doloroso. No puedo evitar pensar en que eso es lo que me espera.

Vivir en un hospital. No quiero eso y si sano, me sentiré mal por haber sanado y que él siga igual, siendo sólo un niño.

Espero que podamos salir de esta ambos.

Lo observo por largo rato, no miro a mi madre, ni me concentro en mi propio dolor.

Sólo lo observo a él. El pequeño siempre luce imperturbable, tibio. No mira a nadie, salvo al suelo.

Y nunca lo he visto llorar… O al menos no hasta ahora.

La primera lágrima resbala por su mejilla, pálida y hundida.

Él es del color de las nubes.

Veo una lágrima.

Luego dos.

Hasta que comienzan a caer a borbotones, de un rocío a un torrente. Una oleada de tristeza invade mi cuerpo, yo entiendo cómo se siente.

Y me duele por él.

No hace ningún ruido, se limpia la cara y se queda mirando fijamente al suelo. Ahora que lo pienso, no lo he visto con alguien que no sean las enfermeras.

Antes del Cielo [Wattys 2024]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora