Estío carnal

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Dusk echaba de menos la sensación de las hojas crujir bajo sus pies mientras corría por los alrededores de la ciudad. Volver a ver los colores marrones y anaranjados vibrar le llenaba de nostalgia, pero no podía evitar extrañar también la pequeña casita en mitad de la llanura y Luvlake, dónde pasó una noche mágica con Rim.

Cuando dio la quinta vuelta se dirigió a el río que dividía el bosque, cómo antiguamente era su rutina, a pesar de la extensión del río siempre estaba calmado y sus aguas eran tan transparentes que parecían aire. Dusk se zambulló para refrescarse y salió rápidamente, le gustaba perfumarse con el romero silvestre que crecía cerca de la ribera. Una vez terminó se dirigió directamente a la casa de su padre a preguntar cuales eran sus deberes del día. Pasó el resto de este trabajando diligentemente y sin ningún respiro, en parte porque sabía que si se detenía acabaría pensando en Rim y en Milena. Todavía quedaba una semana hasta que tuviese que decidirse. Decidió dormir en casa de su padre, Augh, en su antiguo cuarto, dónde pasó tantas horas en su niñez, y estuvo todo el tiempo que pudo con él.




El portón comenzó a abrirse lentamente, permitiendo oír con claridad una melodía que escapaba tímidamente de la habitación probablemente insonorizada.

Rim: Tiene buen gusto, mi reina, grandísima Titania, madre de todo. ¿Pero no es demasiado pronto para disfrutar de una composición tan lúgubre? ─La habitación era innecesariamente grande, sin embargo, gracias a la reverberación del lugar se podía entender todo perfectamente desde una punta a la otra. En el fondo se encontraba una mesa en la que se encontraban sentados los aristócratas, a un lado se encontraban los súbditos de la alta plebe y al otro se encontraban un grupo de Kricketune y Kricketot tocando una pieza de música clásica.

???: ¿¡Cómo osas dirigirte de una forma tan irrespetuosa a su alteza?! ─Vociferó una iracunda bola de pelo. Camalus, general del ejercito real, un grimmsnarl con muy malas pulgas, Crístal diría que es el único que no cambia de la noche al día.

Titania: Relaja el tono y apaga la sed de sangre, grandioso Camalus. Este no es sino un honorable invitado y motivo de alegría. Yo misma le exhorto a que deje atrás los formalismos y se dirija a mí como Titania a secas, pues le es muy caro a mi persona. ─Respondió la reina desde su trono, una florges blanca, cuyas flores daban la sensación de estar hechas de mármol, solemne, recta y erguida, cómo un rosal joven que crece en el centro de un laberinto encantado.

Rim: No merezco tal honor.

Titania: Agradece los regalos que te ofrecen los poderosos. Sentaos a la mesa, tenemos melosos manjares que seguro os saciarán después de un trayecto tan largo. ─Rim y Crístal hicieron ambos una reverencia y cada uno se sentó en la silla que quedaba libre en la mesa cuadrada, de forma que Crístal quedó de frente a su padre y Rim delante de un delfox de aires serios que le hizo un saludo casi imperceptible y genuino, que captaron todos─. Sin embargo, estoy en férreo desacuerdo contigo, las obras magnas cómo El Claro de Luna merecen ser escuchadas todo el tiempo, sin importar la posición del Sol, que a todos nos alimenta.

???: Ciertamente, mi reina. ─Señaló Morrigan, la confidente de la reina. Una Hatterene de aspecto jovial, recta y con una voz suave, que, sin embargo, era potente y resonaba por todo el castillo.

Rápidamente comenzó una charla vivaracha y amena con la música cómo tema principal, dónde la reina mencionó que tenía unas ganas horribles de escuchar un ópera.

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