Reina de corazones

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Una melodía se empezaba a escuchar a lo lejos... ¿Música clásica?

La música se colaba por los oídos de todos e invitaban a danzar su coreografía con final fatídico, como el de todas los dramas antiguos.

Rim: La flauta mágica.

Crístal: ¿Mozart?

Rim: Exacto.

Entonces Rim lo entendió todo y quedó paralizado. No podía dejar que Crístal entrase con él a escena, entonces caerían en su trampa, todo acabaría en tragedia. Lo tiene todo tan calculado que incluso se permite escuchar música sin preocupación alguna. Por eso permitió a Bel unírseles. Por eso no se encontraron con ningún guardia. Ella ya había ganado. No. No se lo permitiría, no le permitiría ganar otra vez. Ganó rompiendo su relación con Bel tras corromperle. Ganó llevándose a Elías y dejándole solo. Pero no se llevaría a Crístal. No dejaría que tomase ni una sola cosa más.

Rim: Escucha Crístal. ¿Conoces el camino hacia los dormitorios reales, verdad? ─Crístal asintió, confusa, cansada─. Necesito que vallas hacia ellos, la princesa se encontrará allí, rescátala y llega junto a Bel lo antes posible. Si no lo encuentras, solo sal del castillo y regresa a casa

Crístal: (A casa...) Espera, Rim, no. NO. ¡No puedes ir solo!

Rim: No hay opción. Mírate, solo serías un estorbo. ─Crístal quiso rechistar, pero tenía razón, tenía un sabor metálico en su boca, fruto de su intoxicación, le costaba respirar más de lo normal y al mirar a sus piernas se percató de que estaban llenas de cortes, así como su falda de barro─. 

Crístal: (Cuando llegue me voy a dar el baño de mi vida) ─Pensó durante un instante para luego volver a la realidad─. Ten cuidado Rim. No quiero perderte. 

Rim: No lo harás. ─Entonces Rim la abrazó, su cuerpo, frágil y delicado bajo sus brazos. Pensó que si apretaba demasiado la partiría en dos─. Te quiero mucho Crístal, eres como una hija para mí. Nunca cambies y alégrale a todo el mundo el día con tu bella sonrisa. Dusk seguro que piensa igual. Gasta cuidado, mi niña. ─Le susurró el oído y en cuanto terminó salió corriendo, las lágrimas resbalaban por su cara y sintió un puñal en su estómago. No quería dejarla sola.

Crístal: ¡RIM, NO TE MUERAS POR FAVOR, YO TAMBIÉN TE QUIERO! ¡ERES EL PADRE QUE NUNCA TUVE! ─Pero para cuando terminó, Rim ya había desaparecido en los pasillos del castillos y se preguntó si oyó todo lo que le había dicho. Deseó ir tras de él, pero apretó los puños, respiró hondo y comenzó a caminar en dirección a los aposentos, con el ánimo turbado y sintiéndose sola, otra vez sola.



Adelante, pasa ─Dijo Radmila al otro lado de la puerta. Dusk entró nervioso, rascándose la nuca.

Radmila: ¿Y bien? ¿Qué se te ofrece? ─Dijo mientras ojeaba un libro y apuntaba más cosas dentro del cuaderno de hacía dos noches, ya a punto de acabarlo.

Dusk: ¿Estás bien? Te noto... mal. ─Radmila levantó bruscamente la vista de su cuaderno y le miró con sorpresa y dejó su pluma a su lado, manchando el escritorio de tinta. Sin embargo, no tardó en recuperar su compostura y extendió su mano hacia una silla al frente de su escritorio para que Dusk tomase asiento.

Radmila: ¿y tú? Es la primera vez que te veo preocuparte por alguien.

Dusk: ¿En... serio? ─Dijo, no se lo creyó, pero por más que intentó recordar algo, una sola vez en que lo hubiese hecho, solo se le venían cosas de su infancia, cuando le preguntaba a su padre. Nada más. Los ojos de Radmila brillaron con curiosidad.

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