Maquinas enfermas

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En el proceso de dejarnos
nos dimos cuenta
que desde el minuto uno
nuestras almas estaban enfermas,
y quizá esa fue la razón
por la que volteamos a vernos.

Nuestras mentes,
aunque imaginaban un vestido blanco
y anillos dorados,
Solo estaban soñando.

Sabíamos que estábamos aquí
para besar en heridas del pasado,
que simplemente necesitábamos
la respiración del otro para dormir.

Buscábamos sentir
quién tenía el poder sobre el otro,
sin importar cuántos colores púrpuras
hiciéramos.

Olvidamos nuestra tonta máquina,
que late y late sin motivo,
y que, sin sentido alguno,
hizo que nos amáramos.

Nos amamos con odio,
y nuestra mente lloraba;
ella siempre predijo nuestro final.

Hoy, que ya te veo
preparar tu maleta,
también te llevas nuestras máquinas,
aunque estúpidas,
ambas son tuyas.

No olvides llevarte tus "perdón",
esos que me regalabas
en forma de rosas,
marchitas como cada una
de tus promesas.

En nuestras almas
ya sonaron las campanas,
de esas que suelen sonar
en los pasillos de hospitales,
anunciando un milagro.

Nuestro milagro fue
conocer el amor.

Hasta siempre.

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