Tenías razón

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Tenías razón

Mi príncipe se convirtió en bestia.
Sí, mi cuento no terminó con un final feliz.
Mi castillo de arena fue destruido por el viento,
y con él se fueron sus promesas.

Está bien, mis tacones no soportaron el baile entero.
No comí perdices, más bien tragué realidad.

No hubo brindis con buen champán,
ni un fino y delicado tul blanco.
Mi corona cayó, la perdí.
No era este mi cuento mágico,
solo probé amarga soledad.

El tocadiscos dejó de sonar,
mi fiesta se inundó de lágrimas.

Y entonces, en la muchedumbre de mis pensamientos,
resonaron tus advertencias.
Me puse de pie, dejé de ser la dócil doncella.
Esta vez no huí, enfrenté a mi lobo vestido de amor.
Lo miré a los ojos... lo destruí.

Suerte que estaban tus brazos,
suerte que estabas tú, mamá.




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