Cocinando recuerdos

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Cocinando recurdos

Viernes.
Toca hamburguesas.

Desde que no estás,
no las volví a comer.
Hoy empecé cortando tomates,
la cebolla, como te gustaba,
incluso usé soja para la carne,
justo como en tus recetas.

Quise chocar mi cuerpo con tu espalda,
como antes.
Quise rodear tu cintura
mientras dejabas de cocinar
y enlazabas mi mano en la tuya.

Quería reírme de ti,
o contigo, en esa cocina.
¿Hacia dónde se fue el amor?
Creo que saltó por la ventana
y nunca supo encontrarnos otra vez.

¿Soja?
Siempre la odié,
como odio estar sin ti.
Hoy la consumo solo para sentir
que sigues cocinando para mí.

Vaya...
Entre juegos de cartas y dominó,
en este, en el del amor,
ganaste tú.

El vallenato duele, ¿sabes?
Al final dejamos una serie a medias,
la cama a medio tender,
nuestros anillos en el placard,
y nuestro amor,
sin terminar de ser.

Olvidé decirte
que tus recetas me encantaban.
Como tu aroma,
como tu piel.

Viernes otra vez.
El reloj dorado marca la hora
en que solíamos empezar a cocinar.
Pero la cocina está en silencio,
ya no hay risas,
tampoco tu cintura.

Corto tomates,
la cebolla me arde,
no quiero llorar,
pero lo hago,
como cada viernes.

El olor a carne inunda la cocina
y, por un segundo, te veo aquí.

-¿Me alcanzas la sal? -
te digo, casi susurrando.
Mi mano queda extendida,
imaginando que la tocas.

Ja...
Odio ese placard
y esos anillos.
Las sábanas se niegan
a soltar tu olor,
y yo...
yo sigo cocinando a tu fantasma.

¿Por qué?
Quizás porque deseo
que el amor regrese
por la ventana que saltó.

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