El discurso de tu culpa

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Estamos aquí reunidos en memoria de mí.
Esto no es verdad, me digo.
Si querías verme en un ataúd,
solo debías decírmelo.

¿Lloras? ¿Por qué?
Es justo como me querías:
quieta, fría,
solo tuya y de nadie más.

El discurso de amor eterno
lo dices con tanto dolor que hasta dudo.
"Ella era buena, una estrella,
su luz era todo lo que necesitaba.
Amaba su calor en las noches
y sus ojos si suplicaban."

Los girasoles marchitos me envuelven
y deseo gritar.
Nada de lo que digas me hará amarte de nuevo,
pero eso ya lo sabías, ¿verdad?

Entonces, ¿para quién es el discurso?
Hablas con tu culpa,
y es tan decepcionante.

¿Pensabas que al tener mi cuerpo frío,
me apagarías?
Estoy ahí, en cada palabra
que intentas pronunciar y no puedes.

¿Ves cómo sus ojos te juzgan?
¿Quién apostará por palabras vacías?

No soy tu luz,
no tienes derecho a hablarme de dolor.

Te hundes, lo noto.
Dime, ¿qué se siente
ser cada vez más insignificante?

Por si me lees Donde viven las historias. Descúbrelo ahora