Carta 2

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Minutos, el gatito callejero, encontró solo el camino a casa. Trajo a sus hermanos, a su madre y a unos amigos. Comen y beben; creo que, de tanto que engordó, le llamaré Hora.

A veces me mira con tristeza,
pero respeta mi dolor; no pregunta por ti.

Cocino menos,
leo más y escribo sin parar.
Me gradué, ya soy una profesional. Los ancianos me aman, los niños se duermen en mis brazos, las aves cantan más... o será que ahora las veo. Seguiré estudiando, me conoces, no paro jamás.

Tomo mi dosis de sol, obvio que obligada, pero está bien, consigo relajarme.
Lavo platos con música de fondo, las canto en voz alta, engaño a mi mente para no recordar nuestra última noche juntos.

Peino mis cejas.
La tinta de labios que me compraste sigue siendo mi favorita. Las medias negras que te gustaban, las tiré. Rompí nuestras fotos en un arranque de ira.

Te confieso que todas las rosas que me regalabas las secaba para arrojarlas el día de nuestra boda. Bueno, las tiré al váter, después de todo, eso no pasará.

Conservo la lista de invitados a la boda, fecha de sueños y peleas.

Nuestro chat,
tus insultos.

Me quedé con manías tuyas: el pan está en mi plato, me cepillo los dientes más tiempo, preparo té frío y digo "no" de manera graciosa, como solíamos.

Aún toco mi abdomen al ver niños, una embarazada. "Es injusto", me digo, pero el mundo es así. Después de todo, nosotros ya no estamos, y eso que parecía no tener fin. Puede que tú seas padre y yo madre de hijos y amores diferentes.
Lo acepté, está bien.

Mejoré mi escritura, lástima que no puedas darte cuenta.
Te extraño cuando debo cargar mi bolso y cosas pesadas.

No pasé por la fuente donde nos sentábamos. A decir verdad, toda esa zona es prohibida para mí.
¿Te despediste de aquel restaurante de pizza?
Yo no. Puede que nos recuerden y se pregunten qué fue de la pareja que siempre estaba tomada de la mano.

¿Te enamoraste otra vez? Al principio, esa idea me destrozaba, pero cada persona es como es.
Puede que descubras una forma de amar completamente diferente.
Aún así me gustaría que, de vez en cuando, me pensaras, que no te olvides de mis besos desparramados por tu cara y manos.

Recuérdame,
no mucho, solo cuando llueva,
cuando el olor a tierra mojada invada tu nariz...
Cuando conduzcas y nadie te grite canciones,
piénsame lo justo para llorar un poco y reír mucho.

¿Firmaste por la casa que iba a ser nuestra? ¿Compraste la camioneta para viajar? Cuántos planes, ¿no? La vida es incierta, como todo.

Estoy bien, no me morí de amor.
No soy débil,
solo recuerdo mucho porque amé lo justo.

Escribo porque, como un día dijiste, son mis crónicas.
Tú también lo haces, y ya que estamos... ¿terminaste mis canciones o simplemente serán borradas?

Alguien me dijo que oras, que luchas contra la oscuridad de tu descendencia.
Dicen que te es difícil eso del rencor.
Me gusta imaginarte como un hombre sano, bueno y dócil.
Imagino que no hay violencia en tus manos ni dagas en tu boca.
Imaginarte sonreír sin maldad o dolor sería hermoso.
Puede que incluso no seas depresivo todo el tiempo. Me gusta pensar que Dios y yo te hicimos más hombre,
menos impulsivo,
más humano.

El blanco es tu color. Al usar cera en tu pelo, recuerda: todo arriba y luego un poco en cada costado. Imaginé el gesto ese que no me gustaba, pero supongo que es para mayor concentración.

No fumo, pero la metáfora queda bien.
No bebo, eso no ha cambiado.
Pero bailo.
Gracias por las clases, por la paciencia. No podía pensar si tus manos rodeaban mi cintura, así que,
después de todo,
mi torpeza era tu culpa.

Pasé muchas noches mirándote dormir. Te veías tan sereno, tan indefenso. Te acaricié más de una vez. Sonreías cuando te besaba. ¿Era a conciencia? ¿Sabías que ya tenía esa costumbre?

Gracias por no destaparme nunca, por dejarme mucho espacio en la cama, por taparme en la madrugada. Lo sentí cada vez que lo hacías.

Gracias por los besos en la frente al llegar y al despedirte, por calentarte las manos y los labios antes, por mis chocolates favoritos y los rollitos de jamón.

Te juro,pensé que sería eterno.















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