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El Mar Humeante es un área peligrosa para los barcos, antes de siquiera acercarse a aquellas aguas de nieblas y humo de su superficie, en una noche, más de un tercio de la tripulación había desaparecido de la noche a la mañana y las perras que no habían parado de ladrar a las aguas tumultosas o cuando su ama las pedía de vista comenzaban a aullar y llorar tan agudamente que resonaba en el infinito alta mar.
Viserra recordó vagamente las lecciones de su septa, pues a ella le gustaba ver por la ventana de la Torre de la Mano a su hermano, entrenar. Pero aún recuerda no solo a su perfecto hermano viendo se han etéreo luchando, sino la irritante voz de su vieja y decrépita septa.
«Se creé que en las aguas dónde alguna vez existió la Península de Valyria, es habitada demonios...»
Suspiró sintiéndose asustada, al oír nuevamente el lamentó de una de sus perras, Naerys que no había parado de llorar en cuanto cruzaron el primer volcán submarino y un par de pilas de rocas huemnates, justo después que el capitán anunciará que estaban en el Mar Humeante.
── ¿Nena? ── tanto lloraba el animal que la princesa de decidió ir a verla, mortificada por el llanto y los aullidos de ellas ── ¿Nae-...
Quedo mortificada al ver qué en la parte inferior del barco, dónde antes había un caballo y de dónde venían los lloriqueos de su amada perra grisáceas, estaba todo en un baño de sangre, el semental marrón, incluso tenía moscas y olía horrible, tal vez llevaba semanas muerto. Pero su cachorra, Naerys, tenía sus ojos abiertos, aullando de dolor al tener las costillas abiertas, demostrando como su pulmón se movía dolorosamente a cada respiración o dolor del animal.
Sobre la perra, se hallaba alguien, o algo, horrible comiendo las viseras sangrantes de la hembra aún viva, que la hizo pegar un grito que alarmó a los únicos que seguían vivos de su tripulación;
── ¡Princesa! ── Sir Valerion fue el primero en entrar desenvainando su espada y en el primer intento, tratar de decapitar a aquella monstruosidad.
El bicho, logró escapar al primer golpe, pues se lanzó sobre la única mujer en alta mar, sobre Viserra quién trató de detenerlo, el ser soltaba ruidos horripilantes, moviéndose irregularmente buscando morderla aunque específicamente ir hacía su pálido cuello. Era un ser que media menos de siete palmos de altura, con una nariz bulbosa y dientes rojos.
