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Las sombras eran algo que siempre acompañaría a Viserra, no solo la que le seguía cada que sale el sol, siempre y desde niña había sido la pequeña y pálida sombra que siempre seguía a Rhaegar, siempre tras su hermano y sus logros, siendo ciertamente una plaga para el pueblo llano, cada que el príncipe se paseaba por las calles, cantando y dando ofrendas a orfanatos, por la noche, amparada por la noche su hermana volvía a arruinar la vaga buena reputación que su hermano buscaba restaurar de los Targaryen. La princesa no tenia reparo en hacer hurto a los comerciantes, irrumpir en las obras de teatro sin dejar unas miseras monedas o siquiera pagar por su asiento o escabullirse sin vergüenza alguna a los burdeles de la Calle de la Seda, nunca llego a compartir lecho con alguno de los muchachos que la rodearan o insinuaran, pero si le gustaba llegar a provocarlos o a los mas jóvenes, llegar a ponerlos nerviosos.
Nadie nunca se animo a siquiera tratar de matarla, no solo por la cantidad de Capas Doradas que le seguían como una sombra de oro por donde caminara. Mas bien era la reputación de su padre la que la cuidaba por las calles.
Sin embargo, sombras en la Red Keep habían estado siempre allí, siguiéndola y cerca de ella. Desde que era un bebe, recuerda ruidos siguiéndola siempre, al principio les temía, yendo a esconderse tras su padre o llorar a su primo, Valerion el único hijo póstumo de Maelys el Monstuoso para que le protegiera, al tiempo dejo de temerles acostumbrada al movimiento tras sus pasos, a las respiraciones y rasguños a su ventana, los golpes en su puerta o las siluetas que veía en su habitación cada noche. El único momento que dejo de verlos y oírlos fue en el alumbramiento de su hermano menor, cuando estaba bajo el techo del septo real viendo como ungían a Viserys en oleos, en aquel momento se sintió extraña, le faltaban los suspiros en su oído, el aire frio en sus manos y los pasos siguiéndola constantemente.
Siempre las sombras la habían perseguido. Ahora ella perseguía una, la sombra de la magia, la cima del apogeo Targaryen, la silueta de un dragón.
El ultimo dragón conocido por el hombre, aquel que siempre que encontraba terminaba huyendo por tierra, arrastrando su cola y dejando marcadas sus garras por el lodo, al tiempo la princesa descubrió que rara vez buscaba atacarla, solo cuando se entrometia demasiado en su nidada, una cueva húmeda en la colina cerca del lago llena de túneles, similares a laberintos que se hundían en lo profundo de la montaña rocosa. Una guarida llena de huesos de todo tipo de fauna viva en Valyria, no estaba acostumbrado a la presencia humana y la curiosidad era mutua. La princesa solía encontrar aquellos ojos rojizos mirándola entre la maleza o en lo alto de la montaña, vigilándola cada que salía de la pequeña aldea, o cuando tenia que acercar se a su guarida en busca de agua potable.
