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Para el disgusto para gran parte de la familia real, era de público conocimiento la nueva cercanía entre el príncipe Rhaegar y lady Lyanna Stark, algunos como la reina, Rhaella lo tomaban como algo encantador y de buena fama, pues el adorado príncipe de plata encandilaba a todos los reinos, desde Dorne con una pedida de mano de parte de la Princesa Elia Martell y ahora desde el Norte con una encandilada amistad entre la Loba y el Dragón.
Sin embargo, con aquella nueva amistad que estaba en boca de todos los lores y vasallos, presentes en el torneo de Harrenhal también venía junto a una aura pesada y malhumorada, una tensión que se podía cortar con un simple y oxidado cuchillo. Muchas veces al humor del soberano estaba muy conectado con el humor de su primera hija, algo cada vez menos favorable para el rey puesto que el rey loco hacía honrar su apodó con cada nuevo berrinche des la princesa de Poniente.
Aquello estaba convirtiendo en el torneo tanto en honor al onomástico del pequeño Viserys como a finalmente la mayoría de edad de la rey aerys con tetas.
Tanto así que el príncipe de plata decidió mover de carpa a la Casa Stark que se mantenía cerca de sus vasallos y de la Casa Baratheon de Strom's End, aquello tampoco había caído bien al Señor Supremo de las Tierras de la Tormenta. Sir Arthur Dayne y Sir Barristan Selmy se mantenían día y noche cuidando al príncipe de Dragonstone y a su nueva compañía, la Loba a órdenes del mismísimo Rhaegar que no se sentía seguro ante el silencio de su hermana pero los regaños de su padre.
Cómo nunca, Lord Robert logró consagrar un desayuno entre él y los hombres del Norte, y con ellos Lyanna con su nueva garrapata Rhaegar se unieron a la comida, el Norte los miraba de reojo, lady Stark estaba comprometida con otro hombre y la cercanía del Dragón no era muy bien vista, pero Eddard Stark, el Lobo Silencio, buen amigo del Baratheon lograba mantenerlo a raya, debido al ciego enamoramiento de Robert con su hermana también estaban sus desenfrenados celos al verla brillar con otro hombre; solo respiró tranquilo cuándo Sir Arthur Dayne llegó para avisar al príncipe Rhaegar que su padre, el rey lo mandaba a llamar.
— Así que le dije, creó que lo vez por el lado equivocado — bromeó el Señor de la Tormenta, mientras miraba con completa adoración a su futura esposa y ganaba carcajadas de júbilo de sus cuñados, Brandon, Eddard y el joven Benjen también de su futuro suegro Lord Rickard Stark, todos encantados y tratando de tener la mejor relación, la Tormenta y el Norte unidos era algo que haría temblar hasta al rey loco.
