Inepto

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- Nakahara-san, el jefe exige su presencia en el despacho.- Hablo uno de los subordinados, no reparo en ellos estaba perdido en sus pensamientos.

Camino a paso tranquilo por los enormes pasillos, pasillos que ahora no podía evitar recordar las incontables peleas con la castaña durante el día, furtivas escapadas por la madrugada, discretos coqueteos entre habitaciones, y besos en las más oscuras esquinas, lejos de las cámaras y la gente, habían terminado por aprenderse cada turno de los guardias y cada cámara de seguridad y su ángulo, para que no los atraparan

Ahora todo eso parecía tan lejano, aunque no habían pasado más de 72hr de la huida de la ejecutiva, o ejecutivo aún no sabía cómo sentirse al respecto, es decir, ¿ por qué Dazai querría vestirse como mujer? Parecer una mujer. Era completamente una mujer a simple vista, lo había visto en vestidos escotados y ligeros camisones, y aunque no tenía tantos atributos, podría notarlos.

Se sentía herido, la conocía por 3 años y nunca dio indicios de querer decirle algo tan importante en su relación, a su parecer

Relación, que palabra tan problemática, ¿Que clase de relación tenían? Ahora que se planteaba, pasaron de ser enemigos, aliados intolerables, miembros de la misma organización, compañeros de trabajo, dúo dinámico, amigos-rivales, amigos íntimos, y después simplemente se besaron, empezaron a pasar sus días libres juntos (sin contar a la sombra Odasaku), a buscar cualquier escusa para estar juntos, pero nunca habían formalizado nada.

Al parecer solo había sido un juego para Dazai.

Había llegado a la puerta de su jefe y de repente sintió frío, como un balde de agua fría la realidad le golpeó, ¿Como le explicaría a su jefe que la chica no estaba? O chico, dios mío estaba demasiado agotado para pensarlo. ¿Como planeaba decirle que él sabía del escape, pero por su mismo desconcierto no dijo nada? ¿Que no pudo detenerla?. Ahora estaba sudando y un escalofrío recorrió su espalda al momento de abrir las enormes puertas de madera con metal reforzado anti-balas.

- oh mi querido Chuuya, que bueno que llegaste te estaba esperando.- el pelinegro alzó la vista de unos papeles que, a la distancia en la que estaba, no podía identificar.

- estoy a sus órdenes señor.- con su mejor máscara de seriedad, se dirigió al mayor, pudo ver de reojo a una niña de cabello rubio dibujando en el suelo a un lado del escritorio. Elise

- por supuesto que sí Chuuya, al principio pensaba que eras devoto a mí, pero con tu reciente comportamiento lo estoy dudando.- Su voz aunque se escuchaba calmada y sacarrona, escondía mucho detrás, no le sorprendía el porque Dazai había aprendido tanto.

- No entiendo de que está hablando jefe, no eh hecho nada para que dude de mi confianza.-

- ay joven Chuuya en eso se está tan equivocando.- el pelinegro aún en su asiento termino por chasquear los dedos, y de un parpadeo Elise estaba sobre su espalda con una jeringa gigante, en donde la longitud le rozaba la manzana de Adán. Trago grueso mientras veía como su superior se levantaba del trono en el escritorio, y con pasos calmados se dirigía a él.

- rompiste la más importante de mis reglas, una que no dejo pasar tan fácilmente, todos lo que la han roto terminan en una fosa común o río abajo, tu mismo debes saberlo, tuviste unos cuantos arranques en estos años.- palideció, todo color se fue de su cuerpo, no pensó que lo descubrirían, pensó que habían sido discretos, que él mismo había sido discreto a la hora de darles unas cuantas lecciones a los chicos que se metían con la ejecutiva, pero, nada podía escaparsele a su jefe.

-no se de qué habla señor.- hacia el esfuerzo por hablar, pero el peso de Elise en su espalda y el frío metal rozando su cuello no lo dejaba calmarse. Y al llegar su jefe a él, con unos ojos que prometían una muerte lenta y dolorosa, menos ayudaba.

Mi Niña Amada Donde viven las historias. Descúbrelo ahora