10. Mi deseo

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Al caer el atardecer, a la par que el sol se escondía tras el horizonte, la Ceremonia del Deseo tuvo lugar en el Coliseo Astral. Éste era un espacio público donde se realizaban eventos de diversa índole. También era dónde el rey Magnífico daba sus informes de gobierno.
La multitud estaba exaltada. Por doquier se escuchaba el sonido de la gente vitoreando y ovacionando.

Un enorme destello de luz brotó sobre el escenario dando la bienvenida al rey y a la reina, anfitriones del evento. A lado de ella se encontraba Asha, quien no sabía por dónde meter la cabeza.
—¡Es otra bellísima noche en mi reino! ¡Me da gusto verlos y que me vean! — exclamó Magnífico.
—¡Sean todos cordialmente bienvenidos a la décima octava edición de la Ceremonia del Deseo. — agregó Amaya.
—¡Tenemos dos nuevos ciudadanos listos para darme sus deseos! — se trataba de una pareja de migrantes provenientes de la India. Nerviosos se acercaron al escenario y le hicieron una reverencia a los reyes. Magnífico continuó:—Nandini, Shiva, van a ser muy felices aquí; lo prometo.

Él puso ambas manos frente a la pareja —Ahora pidan un deseo...y guárdenlo en su corazón.
Ellos cerraron sus ojos centrándose únicamente en lo que más anhelaban: Nandini deseó haberse casado con un hombre más pudiente. Sus padres la casaron con Shiva a cambio de una vaca. Shiva por el contrario pidió que su familia se hubiera quedado con la vaca, más un camello y un elefante.
El pecho de ambos brilló como si se tratara de luz de oro y en cuestión de segundos se fue materializando en las esferas azuladas flotantes. Al liberarlo de su interior, sintieron como si se quedaran sin aliento.
—¿Les quita un gran peso verdad?
El rey volteó a ver a su hija con la clásica mirada de los padres de un "Te lo dije" solo que esta vez se veía siniestro. Hasta alzó sus cejas.  La chica lo miró con coraje.
"¿Cómo es posible que les esté robando la oportunidad de cumplir sus deseos por ellos mismos?"
Ella no estaba consiente de lo que esa pareja disfuncional había pedido.

—Proseguimos. Todos los jóvenes que estén cumpliendo la mayoría de edad en este año acérquense y pidan un deseo. — ordenó la reina. Ella era una de esas personas que cuando alguien la veía, de inmediato pensaba en una figura de autoridad. Quizá fuera por su belleza o por su liderazgo e influencia.
Todos los muchachos y muchachas de dieciocho años subieron al escenario. La reina Amaya se encargaba de proporcionarles unas cuantas gotas de su famoso Elixir de la Conexión con el Universo. Les vendió la idea a todos los aldeanos que éste les ayudaría a potenciar sus deseos para así tener más probabilidades de ser concedidos. 
Asha se quedó sentada en el trono sin nada que hacer más que observar como todos los sueños de almas jóvenes se quedarían atrapados para siempre. Le llamó la atención ver a su madre dirigiéndole una mirada a Magnífico como si los dos estuviesen coludidos en algo.
"¡Genial, ahora también mamá!"  Esto tenía que ser el colmo de colmos.

    Cuando todos pasaron a entregar su deseo, el rey retomó la palabra.
—Y ahora...¿¡quién está listo para que se cumpla su deseo!?
La gente estaba eufórica. Gritaban cosas como: "¡Yo, yo quiero! ¡Elíjame a mí su majestad! ¡No, yo soy a al que debe elegir!
Él parecía disfrutar ver como la audiencia se peleaba por ser el triunfador. —Y, deben saber que me retaron a intentar algo arriesgado...— gesticuló una sonrisa egocéntrica y algo cautivadora (al menos eso afirmaban las doncellas de Rosas) —y hacer algo nuevo hoy. — se detuvo un instante. —Gracias Asha. — de nuevo insistente con su tono despiadado.
Ella torció los ojos.

    —Con gran claridad y el corazón abierto lleno de amor, le concedo el deseo a alguien que ha sido muy paciente y esperó lo suficiente...— se oyó el redoble de tambores.—¡Sania Osman! ¿Dónde está Sania?
La mujer se encontraba filas muy atrás pero cuando escuchó su nombre comenzó a hiperventilar de la emoción. —¡Es a mí! ¡Es a mí! ¡Soy yo! Ya voy gracias. ¡Ahhh! ¡Es muy emocionante!
—Sania Osman, con mucha sinceridad te digo que de verdad es un placer para mí conceder el deseo de tu corazón de confeccionar los vestidos más finos y espléndidos ¡de todo París!
Mientras decía eso, una magia color rosada y destellos dorados la envolvió para finalmente regalarle unas tijeras de costura de oro puro.
—Mi deseo se cumplió...— estaba tan perpleja que se desmayó. Su esposo y e hijos tuvieron que venir a ayudarla. El rey a penas y movió el dedo y con eso bastó para devolverle la conciencia. Al abrir sus ojos y ver su rostro, la pobre casi se desmaya de nuevo. Su esposo estaría mintiendo si dijera que no se puso celoso.

Wish: La historia jamás contada Donde viven las historias. Descúbrelo ahora