11. El chico estrella

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    Lo que sea que acabara de hacer la hizo sentir liberada. Como si por medio de su voz hubiera sacado todas aquellas penas que la consumían. Además, con su amigo Valentino a su lado las cosas eran mucho más sencillas y divertidas.
—¡Ay Valentino! ¿Recuerdas cuando te dije que eso de pedir deseos a las estrellas era algo infantil? Ojalá que por lo menos hoy no lo sea. — dijo contemplando el cielo.
—¿Te imaginas que de la nada una estrella conceda tu deseo? Serían mucho mejores que tu papá— rió —¡Apuesto a que serían más sensuales!
—Apuesto a que sí!— Ambos amigos soltaron una carcajada.

—Aguarda, ¡algo se está incendiando allá arriba! — Asha vio como un objeto extraño caía libremente a toda velocidad
—¡Relájate Asha es solo una estrella fugaz! ¡Oye, pide un deseo!
—Ahora no, ¡se está acercando demasiado!
Fue tan rápido que no le dió tiempo de huir. Valentino en cambio, corrió a esconderse a unos arbustos que estaban bajando el árbol.

    De un instante a otro algo le cayó algo encima a ella. El impacto de caída la lastimó, pero afortunadamente no fueron daños mayores.
Cuando abrió sus ojos, notó que se trataba de un chico de aproximadamente su misma edad. Sus miradas se cruzaron alrededor de dos segundos. Había algo diferente en él, fue una sensación desconocida. Pero el contacto visual no duró mucho porque donde ocurrió el accidente fue en la punta de la rama del árbol, la cual daba al mar. Estaban a un pelo de rana calva de caerse al precipicio.

—¡Discúlpeme! ¡Yo la ayudo! — se apresuró a decir él. Levitó unos cuantos centímetros de la rama y le ofreció su mano a Asha para levantarse.
En el momento en el que sus manos se juntaron, sus miradas volvieron a encontrarse. Asha estaba atónita. ¿Cómo era posible que hiciera eso? Los encantamientos que conocía de levitación funcionaban solo si se pronunciaban palabras mágicas, pero él se había levantado como si se tratara de algo sencillo.

El chico por su parte se notaba preocupado y un poco avergonzado.
—¿La lastimé? ¿No sufrió ningún daño?
Asha sintió que le dolía la cabeza y el brazo, pues tenía heridas sangrando del golpe.
—Ahhh...descuide, no hay problema.
Él volteó a ver el brazo de Asha —Ohhh, lo siento. Permítame.
—¡No, no! Tranquilo, déjelo así.
—Yo insisto.
No le quedó de otra más que extender su brazo al extraño que acaba de conocer minutos atrás.

Sorprendentemente, él frotó su suave mano sobre el brazo y luego sobre la zona de la cabeza que había resultado herida. —Listo. ¿Mejor?
Asha vio que sus heridas habían desaparecido, y que además éstas tenían una especie de brillo como un tipo de polvo cósmico. No cabía dudas que este joven estaba usando una magia muy avanzada. Estaba sedienta de respuestas.
—¿C-cómo pudo hacer eso?
—Es magia estelar...
—La más poderosa del universo...— murmuraron los dos al mismo tiempo.
Ambos sonrieron, aunque esta vez estaban contemplando el cielo estrellado desde el reflejo del mar. Se sentaron sobre otra de las ramas del árbol.

—Mi nombre es Eli
—Es un placer, yo soy Asha.
—¿Asha eh? Que bonito nombre — de alguna manera al escuchar eso ella sintió un cosquilleo en el estómago. Nunca nadie se lo había mencionado.
—Gracias y por cierto gracias por haberme curado. ¿Sabes qué? Olvida las formalidades, puedes llamarme por mi nombre si gustas.
—De acuerdo...Asha. Oí por ahí que significaba deseo.— sonrió dirigiéndole una mirada agradable.
—Sí, mis padres me lo pusieron porque pasaron por dificultades antes de que yo naciera. Mi madre había enfermado y lo único que deseaba era poderme tener con vida.
—Ohh, lamento escuchar eso.
—Descuida, pasó hace muchos años. Ella ahorita está bien.

    Asha quizo evitar el tema de sus padres a toda costa, además, tenía varias dudas sobre Eli. ¿Cómo era que sabía magia estelar? Y ¿por qué estaba rodeado de una luz por todo su cuerpo? Ella sabía que todas las personas tenían un aura pero la de Eli era visible a simple vista. Y es que sí se parecía a un chico humano pero algo no cuadraba con sus rasgos físicos. Su cabello era rubio con varios mechones lacios como si se tratara de un libro abierto, éste irradiaba una luz dorada. Era delgado. Toda su piel en general se veía de porcelana, tan suave cual la de un bebé. Su barbilla era afilada. Tenía un poco de brillantina en su cara. Sus ojos eran color avellana y llevaba puesto un traje negro acompañado de una capa azul marino con diseños impregnados de oro.

Wish: La historia jamás contada Donde viven las historias. Descúbrelo ahora