2. El libro de los hechizos

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Los reyes Magnífico y Amaya habían quedado algo confundidos desde aquel día en que el profeta se presentó en el castillo. Pensaron que se trataba de una amenaza proveniente de los pueblos barbáricos pero les llamaba la atención que les haya mencionado algo sobre una supuesta hija que ni tenían. Esto por supuesto que irrumpió con su tranquilidad.
No obstante, Rosas se veía tan acogedor como la primera vez que llegaron a la isla. La gente era feliz y realizaba sus actividades con total tranquilidad. No les tomó mucho tiempo olvidarse del misterioso suceso.

De hecho, lo pasaron tanto por alto que a los cinco meses, la reina Amaya estaba embarazada. Todo el reino de Rosas estaba entusiasmado por la llegada de la primera princesa. Se adornaron las calles, se colocaron estandartes, inclusive los días parecían más soleados cada amanecer y los cielos se pintaban de un matiz anaranjado al atardecer.
A pesar de todo, el embarazo de la reina resultó complicado porque cayó gravemente enferma. Desesperado, el rey Magnífico contrató a los mejores médicos de la región para que atendieran a su esposa pero ninguno fue capaz de curarla. Dijeron que tanto ella como su futura hija corrían el riesgo de perder la vida. Al no encontrar una solución, el rey creyó que era obra de algún maleficio. Su intuición le decía que se trataba de aquel falso profeta. Ahora su misión era romper el maleficio. No debía ser una tarea complicada porque era conocido como "El mejor hechicero de todos los tiempos".

Preocupado por la salud de su esposa e hija, Magnífico se apresuró al bosque encantado. Ese bosque poseía algo que lo hacía destacar y eso era su biodiversidad. Las plantas eran ingredientes de primera calidad para realizar pociones y remedios mientras que los animales ofrecían herramientas útiles tales como los cuernos de un unicornio (que servía para agregarle un sabor dulce a las cosas) o las plumas de ciertas aves (que proporcionaban un mayor efecto en la persona). Así fue como él recolectó los ingredientes que necesitaba para realizar un té curativo y una pócima para revertir el maleficio. Había leído en su ejemplar del libro 'Una guía sobre los maleficios: ¿cómo hacer frente a uno de ellos?' que esa brujería podía causar síntomas de fiebre, espasmos, reducción de ritmo cardiaco y hasta desmayos. Y que en un embarazo podría acabar con la vida del bebé. Afortunadamente el libro ofrecía un instructivo de cómo preparar el contra encantamiento dependiendo la gravedad de afección. Para ello requería hierbabuena, lavanda, pimienta negra, sal de grano, clavos de olor, miel y limón.
Adicionalmente leyó que necesitaba de una flor medicinal llamada Beleño.

Fue afortunado de haberla encontrado ya que en invierno no era común que creciera esa flor. Agradecido con el universo, el rey se dispuso a recolectarla. Tenía la corazonada que su poción ayudaría a Amaya a sanar.
Más de un instante al otro, escuchó un ruido como si se tratara de una voz en su cabeza pero que estaba seguro, no venía de su interior. Era hipnotizante, incluso diría que se podía comparar con el precioso canto de una sirena. Solo que en este caso, el ruido no era hermoso sino más bien misterioso. Magnífico estuvo seguro que él no quiso seguir la dirección de aquel ruido pero de alguna forma lo había conducido hasta una oscura cueva en lo profundo del bosque. Ahí, en medio de la nada se encontró un enorme libro con detalles verde esmeralda sobre una mesa.

La voz se había intensificado y ahora no solo distinguía una sino varias. Hipnotizado, se acercó hasta la mesa donde estaba el libro. Sentía unas ganas enormes de abrirlo a pesar de tener un mal presentimiento. Era como si las voces lo obligaran entre la espada y la pared a hojear sus páginas. Y así fue, ya no pudo más: abrió de una vez por todas el libro.
Estaba escrito en una lengua muy antigua, lo más probable era que se tratase de latín. Él tenía cierto dominio de la lengua ya que muchos hechizos que él conocía estaban en esa lengua; más sin embargo, esta variante era muy antigua.

Las páginas olían a humedad y quemaban la piel al hojearlas. Para cuando Magnífico quiso despegar sus manos para alejarse, ya era demasiado tarde. Sus ojos se tornaron color esmeralda y comenzó a pronunciar claramente palabra por palabra al pie de la letra. Era como un conjuro:

"Monitus est ne adeat. O bene.
Ego, qui haec legit, virtutem meam et magicam agnosco. Ita res ultra voco ut mihi facultas det vota."

Al concretar la declamación, él había adquirido la facultad de conceder todos los deseos a todas las personas. Pero en contra de su voluntad, continuó el conjuro:

"Vota omnium hominum ea lege ut mea crescat potestas decerno concedere. Virtus quae me magnificam faciet, sine qua moriar. decerno id mihi ac uxori meae carissimae. Virtutes pleni, sine cupiditatibus, sincerissima pars animae, acerbissime moriemur."

Con esto aceptaba que los deseos le brindarían a él y a su esposa un poder enorme, pero sin ellos perderían la vida. Y que, cumplirlos todos implicaría un grave peligro para su reino. Claro que, no lo entendió la primera vez.
Cuando finalmente logró salir de aquella cueva, corrió lo más rápido que pudo para alejarse. Se sentía mareado, con ganas de vomitar y debilitado pero aún debía concretar su poción para Amaya. Estaba tan aturdido que apenas pudo regresar al castillo.

Una vez dentro en la habitación real, Magnífico se acercó hasta donde estaba recostada Amaya.
—Perdona si me tardé mucho, pero hoy pasó algo muy peculiar.
La reina estaba demasiado débil para hablar. El conjuro que sin querer había hecho Magnífico le había afectado aún más.
—Claro, la poción curativa. — dijo él. Sacó de su bolso mágico todos los ingredientes que había recolectado y se apuró a prepararla. Después se acercó ella y se la dió en una linda taza de porcelana.
Esperaron unas horas y no había hecho efecto aún. "¡¿Qué está pasando?!" pensó el rey exasperado. En ese momento su intuición le dijo que él tenía el poder de conceder deseos.
Así que se movió desde donde estaba (la mazmorra mágica y observatorio de estrellas) hasta la habitación real.

Allí se encontraban algunos médicos, consejeros reales y otras personas del castillo. Magnífico se acercó corriendo y se agachó para poder mirar directamente a su esposa.
—Amaya querida, ¿tú deseas en verdad tener a nuestra bebé verdad?
—¿A qué viene la pregunta?— respondió ella con la poca voz que le quedaba.
—Escucha no sé cómo pero conozco un tipo de magia capaz de conceder cualquier deseo. Solo pídemelo. Tu deseo debe venir del corazón.
Al escuchar eso, todos los presentes comenzaron a balbucear entre ellos. No creían que la magia pudiera salvar a la reina.
Amaya por el contrario, confió con los ojos cerrados en él. —Yo deseo...—respiró profundamente— yo deseo que nuestra hija nazca saludable y que yo pueda recuperarme para ser su madre y formar una familia contigo.

Entonces se formó una esfera flotante matizada en tonos azules y violetas que representaba su deseo. En su interior mostraba una visión de ella, Magnífico y una dulce bebé en un momento familiar.
El rey tomó la esfera con mucho cuidado y comenzó a hacer movimientos ligeros y suaves con las manos. Luego lo lanzó hacia arriba y todos pudieron observar como ésta se dirigía al cielo para luego desvanecerse y volverse polvo brillante.

—¿Qué fue eso?— preguntaron ansiosos unos súbditos.
—¡Es un milagro! Ya no me siento mal. Y la bebé, se ve saludable.— dijo la reina frotando con dulzura su vientre.
Los doctores se acercaron a revisarla. —Usted se encuentra libre de cualquier enfermedad su majestad. Todo gracias al rey Magnífico.
Al saber eso, ella brincó de la emoción y se aproximó hasta donde su esposo estaba para besarlo. Cabe resaltar que los meses pasados no había podido ni levantarse de la cama.
—¡Esto es increíble! ¡No tienes idea de cuánto te amo!
Él sonrió mientras la besaba. —Yo iría hasta el fin del mundo para cuidarte amada mía. A ti y a nuestra bebé.

La noticia del alivio instantáneo de la reina junto con la habilidad del rey para conceder los deseos se esparció más rápido de lo que pensaron por todo Rosas. Era tema de conversación en cualquier mesa, en las calles, en el castillo y hasta en los puertos pesqueros.
La pareja estaba esperando con ansias el nacimiento de su niña, aunque algo en ellos cambiaría para siempre. Algo que no sería lo mismo jamás...

Wish: La historia jamás contada Donde viven las historias. Descúbrelo ahora