15. Fiestas decembrinas

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Asha, Eli y Valentino se toparon con los pósteres cuando salieron a las calles. Como ella era la única que sabía leer, se acercó y les echó un vistazo. Bueno, no era sorpresa que su padre estuviera buscando un reemplazo de su persona después de lo que pasó en la Ceremonia del Deseo.  Se quedó en silencio unos cuantos segundos.
—¿Es malo?—dudaron Eli y Valentino.
Volteando a verlos y dejando el pergamino atrás dijo —No, nada importante.

Los tres entonces se dirigieron a la plaza central, Asha quería dimensionar los espacios para las según ella "estúpidas decoraciones navideñas". Sinceramente no entendía el motivo por el cual la habían mandado a encargarse de todo el evento si sus padres estaban tan enojados.
"Quizás solo se quieran deshacer de mi" pensó.

Al llegar a la plaza central, se encontraron inesperadamente con Dahlia, quien estaba apurada vendiendo galletas de jengibre y otros cuantos postres tradicionales.
—¡Asha! ¡Qué sorpresa! Creímos que te habían castigado y por eso no te dejaban salir del castillo.
—¿Yo castigada?— soltó una risa irónica —En realidad esa noche después de la ceremonia yo me escapé.
Puso al corriente a su mejor amiga con los acontecimientos sucedidos. Excepto sobre Eli.
—Ahhh y tú debes ser el nuevo en el reino— le ofreció su mano en gesto de saludo.
—Sí soy— sonrió —Mi nombre es Eli.
—¡Claro que lo sé! ¡Todo Rosas conoce la historia del joven cuyo barco naufragó y llegó hasta aquí!
—Sí...por supuesto— respondieron Asha y Eli.

    Le dolía internamente no decirle la verdad sobre la identidad de él, pero no podía decirle que era un chico estrella mágico porque en Rosas, la magia estaba limitada solo a la familia real (y al futuro aprendiz hechicero supongo yo). De lo contrario, se armaría una revuelta.

    En otros temas, la princesa le contó sobre su nueva obligación de los eventos de Navidad y Año Nuevo. También le comentó que no quería hacerlo pero no había de otra.
—¿Y tú qué haces por aquí Dahlia?— le preguntó Valentino.
—Bueno como sabrán, una de mis metas en la vida es ser filósofa y escribir un libro. Así que con el dinero que recaude de este negocio pienso utilizarlo para imprimirlo y pagarle a la editorial para que lo publique.
—¡Dame una galleta!— exclamó Valentino.
La muchacha se la dió y le sorprendió ver que una cabra trajera monedas. —Las tomé por allí
Soltó una sonrisa traviesa.

—Ay Dahlia que increíble idea. Veo que te esfuerzas mucho por lograr tu sueño.
Ella asintió —Es que es la única forma genuina en la que la vida funcione. No puede uno pasarse la vida esperando a que alguien más la resuelva. Debes hacerlo tú misma.
—Lo entiendo. — Al parecer Asha no era la única que pensaba así y eso la hacía sentir aliviada.
—Obviamente implica varios retos y mucho cansancio ¡mucho! Pero cuando volteas a ver cuánto avanzaste, te sientes tan orgullosa de ti misma...
—¡Sí! Me pasa con las letras de las canciones...Vas a ver que lograrás publicar tu libro y yo seré la primera en comprarlo.
—Aww gracias Asha. Yo escucharé todas tus canciones.
—Solo esperemos que Valentino no se lo coma— bromeó con ella.
—¡Oye! Yo solo como libros fáciles de digerir.
Eli tenía curiosidad de ver qué era un 'libro'. Aunque tendría que esperar, por ahora se quedaría a ayudar a Asha con lo de la Navidad.

    Pasaron el resto de la tarde trabajando arduamente: Colocaron luces brillantes en cada rincón, adornaron los árboles con elegantes ornamentos y tejieron guirnaldas festivas. También pusieron guirnaldas escarchadas y el nacimiento en el pesebre.
Al rededor de las seis p.m. arribaron el resto de los amigos de Asha a la plaza. Todos estuvieron felices de conocer a Eli, quienes los encantó con su carisma y buen humor. Además cabe resaltar que trajeron otros adornos para complementar la decoración.
Safi, Bazeema y Darío trajeron esferas. Simón y Gabo, botas para colgar en las paredes. Y Hal, muérdagos.
—¿Alguien me ayuda a colgarlos? — dijo Hal.
Todos estaban ocupados, excepto Asha y Eli. Por default, les tocó ayudarla.

Los techos de las edificaciones estaban algo altos, por lo que no fue tarea sencilla.
—Te digo que sería mejor si volara.
—Ya te dije que no. Vamos ahora trae la escalera por favor.
Él suspiró quejándose —De acuerdo.
Los dos quisieron colgar el muérdago al mismo tiempo, así que subieron por ambos lados de la escalera. Fue una escena graciosa de ver porque se peleaban por ver quien lo colgaba y por poco se caen. —¡Déjame hacerlo a mí!
—¡No Eli, casi nos rompemos la cabeza!
Cuando finalmente terminaron, quedaron frente a frente. Les tomó unos instantes percatarse que estaban bajo un muérdago.

El chico estrella sabía lo que era. Había oído hablar de ellos en una leyenda que le contaban sus tías cuando era una protoestrella (un niño).
—¡Mira Asha estamos bajo un muérdago!— Al decir esto, su ritmo cardiaco se aceleró considerablemente.
La muchacha se puso un poco nerviosa. No quería parecer grosera al no responderle pero tampoco podía dejar de verlo a los ojos. Sentía que el corazón se le iba a salir del pecho.
—E-eso significa que...
Poco a poco fueron acercándose al otro, milímetro por milímetro. Hasta que de repente, oyeron una voz: —Asha, Eli ¿ya quedó listo?
Era Hal. Les llamó porque ya era momento de adornar el Gran Árbol. Éste se ponía en el centro de la plaza representando la alegría y el espíritu navideño.

Todo volvió a la normalidad. Ambos apartaron la mirada. Las mejillas de él estaban tan coloradas como un tomate. Asha también estaba ruborizada y a duras penas podía procesar lo que acababa de pasar. Ni siquiera les dió tiempo de explicar qué había sido eso.

    Rápidamente fueron a donde estaba el resto y comenzaron a decorarlo. Al mismo tiempo, una banda de músicos se acercó al lugar a tocar. La música los inspiró y los cargó con energía positiva. Fue así que a Asha se le ocurrió la grandiosa idea de cantar dentro de tres días en Nochebuena. De esta manera, podría probarse a sí misma que era capaz de presentarse frente a un público mayor. Esta vez sus padres, en especial el rey Magnífico, no podrían reclamarle puesto que le dieron absolutamente la total dirección del evento. Era la oportunidad de su vida.

    En cuanto a Eli, se la pasó pensando todo el tiempo en lo del muérdago. "¿Por qué no dejo de pensar en ella? Se veía tan linda bajo ese muérdago...espero no haberla hecho sentir incómoda. ¿Cómo se le llama a esto?"

Mientras tanto, cientos de jóvenes se prepararon para asistir al castillo mañana temprano para probar sus talentos y conseguir el puesto. Si bien cada uno poseía distintas habilidades y conocimientos, todos compartían una aspiración en común: trabajar para los reyes y de esta manera, su deseo se les fuera concedido.

Wish: La historia jamás contada Donde viven las historias. Descúbrelo ahora