18. Lo valdrá

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Las siguientes semanas, Magnífico y Amaya secretamente se reunieron en la mazmorra subterránea del castillo y se dedicaron a elaborar toda clase de pociones y hechizos siguiendo las escrituras del libro malévolo. Su gato Hades también los acompañaba. Disfrutaba caminar a lado del caldero hirviendo, olfateando cada ingrediente hasta impregnarlo en su memoria. De por sí él nunca tuvo una buena actitud, ahora que era malvado, se había vuelto aún más salvaje. Las únicas personas a las que les guardaba respeto eran a sus amos, los reyes.

Durante tales sesiones de ocultismo, la pareja se adueñaba de los deseos de los individuos en Rosas, destruyéndolos hasta dejarlos hechos trizas. Una risa maligna acompañaba sus acciones. Primero comenzaron con aquellos que consideraban estúpidos y poco a poco tendrían el plan de desvanecerlos todos sin piedad alguna.

—¿¡Qué me dices ahora Santiago!? ¿¡Y tú Óscar!? ¡Ja! ¡Eso les pasa por ser unos engreídos!— exclamó Magnífico apretando las esferas azuladas hasta colapsarlas en cenizas.
—¡Muy suave!— añadió Amaya — Primero sostienes el deseo con delicadeza, y cuando menos se lo espere...¡Bam! Lo lanzas contra la pared haciendo que rebote en el caldero y verás como los anhelos del corazón de alguien se derriten poco a poco. Bye, bye al sueño de poder volar por las nubes de Jeanette— era como si cada que hablara, saliera veneno de su boca.
—¡Hasta nunca Jorge y tu deseo de conseguir el diamante más grande del mundo!— se le sumó él, arrojando la esfera al caldero burbujeante.

    Cada que los reyes destruían los deseos, causaban un malestar tanto físico como emocional en los aldeanos. Ahora más que nunca estaban más irritables de lo normal. Un buen día Asha salió a dar una caminata matutina. Hace ya tiempo que tenía el presentimiento de que la gente no la quería cerca. A donde quiera que iba se encontraba con dos miradas, ya fueran odio o indiferencia. A sus espaldas escuchaba por doquier críticas hacia su persona, pero al acercarse a ver de qué se trataba todos decían que no era nada. En primera instancia pensó que se trataba de un mal show la Navidad pasada. Hasta que después de analizarlo llegó una conclusión: "No creo que haya sido por eso. A todos les gustó y estaban aplaudiendo...Debe haber algo más".
Con esto en mente, caminó por todo el pueblo hasta llegar a su lugar seguro, el gran alcornoque.

En su camino, se topó con varias personas que le hacían comentarios fuera de lugar. Algunos de ello fueron: "¡Por tu culpa no contrataron a nadie como aprendiz!" "¡Tu padre es un gran mentiroso, estafador!...Pero aún así dile que quiero mi deseo" "¡Oiga, gracias a usted señorita mi familia y yo hemos olvidado por completo nuestros deseos!" "¡Es cierto! Y de la noche a la mañana he tenido una jaqueca terrible"  "¡Niña idiota, eres la vergüenza de Rosas!"
Al mismo tiempo, escuchó al pregonero anunciar:
—¡Extra, extra! ¡La princesa Asha es una inútil despreciada por su gente!

Incómoda, siguió su camino sin darle respuesta a ninguna de esas personas. "¿Por qué dicen tantas tonterías sobre mí?"
Al llegar al árbol, su ánimo había decaído. Varias veces su amiga Dahlia le había dicho que no dejara que comentarios ajenos la definieran pero entre la teoría y la práctica hay un rango muy grande. El día parecía ir de mal en peor cuando las nubes se juntaron y comenzó a llover. Al caer las gotas de lluvia sobre las hojas del árbol y éstas a su vez sobre todo su cuerpo, Asha terminó empapada. Pero en ese momento solo se hundía más en decepción.
—¿Qué fue exactamente lo que hice mal como para que me odiaran de esa manera?

Justo cuando todo parecía estar perdido, a lo lejos entre la neblina pudo vislumbrar una luz dorada que se aproximaba a ella. Era Eli.
—¿Eli? ¿Qué estás haciendo aquí?— preguntó. El chico estaba flotando libremente, pues en el bosque no había alma quien pudiera denunciarlo.
— ¿Tú que haces aquí?
—No se debe responder una pregunta con otra pregunta genio.
Él hizo una mueca avergonzado, a lo que Asha se apresuró a decir—Disculpa mi mal humor, yo...
—Descuida— voló hasta la rama donde estaba ella y se sentó a su lado. —Escuché lo de hace rato.
En sus palabras se notaba la compasión.
—¿Ah sí?
—Quería salir a buscar algo con qué entretenerme como esa fuente en la plaza o algo por el estilo y de repente escuché a las personas hablando de esa manera. A juzgar por el poco tiempo que llevo en la Tierra, como que no lo hicieron de manera muy amigable que digamos.
—Claro que no. Algo debe de estar sucediendo. Cuando era niña recuerdo que Rosas era un lugar muy seguro y lindo...hasta que...olvídalo. Debe ser una locura.
—¿Quién determina lo que se considera loco o cuerdo? Tú solo dímelo. —A continuación, suavizó más su voz —Estoy para escucharte Asha.

Wish: La historia jamás contada Donde viven las historias. Descúbrelo ahora